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viernes, 30 de agosto de 2013

Adolescente

Introducción

Dos de mis nietos adolescentes:
Hernán Aníbal y Joseph Daniel
Hoy es el Día Mundial del Adolescente y es inevitable hablar de temas que, al fin y al cabo, tienen algo de razón. Sin embargo hay que adecuarse a los tiempos y al cambio de mentalidad. No es lo mismo ser un muchacho de ahora, que los que lo fueron en los 80’s o más atrás en el tiempo, en los años 60, pero sí que creo que, en general, cualidades como la incomprensión, rebeldía, soledad, novedad, impulsividad, angustia y hasta temor continúan ligadas a la adolescencia, independientemente de la época que nos haya tocado vivir.

En atención a esta parte de la sociedad tan incomprendida, quiero compartir con ustedes este resumido ensayo, que realicé como parte de una asignación escogida por mí, durante un Diplomado en Familia que realicé hace ya algunos años; espero que el mismo nos ayude a ser un poco más comprensivos con estos muchachos que hoy más que nunca necesitan de la guía de nosotros, los adultos y de quienes los menos jóvenes (como yo), también podemos aprender mucho.

La adolescencia

Tanto los adolescentes como sus familias pueden percibir los años que comprende la adolescencia como una época tormentosa y emocionalmente agresiva, plagada de frecuentes enfrentamientos entre unos y otros. No obstante, estudios recientes han puesto de manifiesto que a la mayoría de los adolescentes realmente les gustan sus padres y que creen que se llevan bien con ellos.

Joseph Daniel
Entonces, ¿por qué consideramos la adolescencia como una época difícil? Lo cierto es que en la adolescencia se produce un rápido desarrollo físico así como profundos cambios emocionales que, aunque pueden ser excitantes, sin embargo pueden resultar incómodos y confusos, tanto para el adolescente como para sus padres.

Daira Danilka
La adolescencia es la época de la vida donde se manifiesta con mayor intensidad los mayores cambios fisiológicos y psicológicos del hombre o la mujer. Según los investigadores esta etapa marca el fin de la infancia y el comienzo de la adultez. Estos cambios tan radicales tienen lugar entre los 12 - 16 años (los varones) y 11 - 15 (hembras) aproximadamente. Aun cuando hay quienes piensan que el contexto cultural tiene mucho que ver.

Pensamiento este último del cual difiero, porque en cualquier sociedad (moderna, tribal, aborigen, etc.) dichos cambios tienen lugar en todos sus individuos, excepto alguna patología marcada que solo se da en muy pocos casos y no representa a la mayoría.

Mi hija Héylet y mi
pequeño nieto Ibrahim

Es conveniente saber que el niño (infante) depende afectivamente de los padres (en nuestra sociedad matricentrada lo hace marcadamente de la madre), pero también porque no está lo suficientemente desarrollado como para realizar todas sus tareas físicas sin ayuda.




Hernán Aníbal
En la adolescencia las variaciones somáticas son casi como una metamorfosis animal, las diferencias que se suceden son abismales, las hormonas endocrinas saben que ha llegado la hora y generan un crecimiento de forma desmesurada y asincrónica de todos los órganos y por ende de los músculos y los huesos. El tamaño y el peso aumentan considerablemente. Se tiene un gran poder físico y sexualmente el individuo está en capacidad de ser reproductivo. Los caracteres del sexo se definen físicamente.

Rebeca y Hernán
La morfología muestra en la mujer el crecimiento de los senos, la estrechez de su cintura, además sus formas se vuelven sinuosas, armónicas, agradables a la vista del sexo opuesto. En el hombre se robustece la espalda, pecho y piernas, se marcan los músculos, le crece el pelo en los bigotes, barba, pecho y en el pubis y las axilas (igual a la mujer), la manzana de adán se hace más prominente y su voz se torna más grave. Su órgano sexual alcanza su desarrollo total.



Me imagino que es como si me hubieran regalado un carro nuevo, potente, pero que no se manejar y que debo aprender a manejar (tratando en lo posible de no chocar) aun cuando nadie me enseña a hacerlo de manera efectiva, solo conociendo algunas teorías que quizá a mí no me funcionan.


Hernán, Rebeca y Joseph

Al menos se tiene independencia física, pero por lo inesperado de su aparición también se adquiere un enorme grado de inseguridad, esa sensación ambigua le produce angustia y estrés por el devenir. Hay un desorden psicológico producido por la ansiedad.

Luz Marina
Esta angustia degenera en agresión o temor, que irá asimilando en la medida que vaya intentando (por ensayo y error) resolver situaciones externas que su caos interno distorsiona, lo que desgasta mayormente sus energías.

Joseph y Jonathan
Es en esta fase que tendrá su mayor desarrollo intelectual y adquiere una capacidad reflexiva de la que carecía cuando niño, que le permitirá generalizar y abstraer. También se hace crítico, a veces de forma tan marcada que objeta la opinión ajena sin razón aparente.


Por esa misma independencia que aflora, su afectividad cambia y los cariños de la madre o el padre lo turban y traslada su afectividad a personas iguales a él (grupo o pandilla) ya que tienen muchas más cosas en común. Este es el gran peligro,  si el grupo con que se reúne tiene malas costumbres o consumen drogas, pues el nuevo integrante prácticamente se verá obligado a seguir sus ejemplos.

Lo que si hace la sociedad es alargar los extremos de este período de la adolescencia: por un lado la economía de mercado a través de la publicidad y la programación que transmiten todos los medios de comunicación, que incitan a los niños a transformarse en jóvenes antes de quemar todas sus etapas para poder “estar a la moda”.

Por otro lado, los propios educadores tienen el paradigma que a los 16 años todavía están formando a un niño y no lo educan con una metodología adecuada, en forma mayéutica, corresponsable, como a un verdadero adulto, aun cuando tengan todas las herramientas para asumir su adultez.

Además la propia sociedad está estructurada para que el joven obtenga su libertad económica, legal y social después de los 22-24 años. Su opinión es desdeñada en todos los ambientes donde se desarrolla. Esto es una característica de sociedades subdesarrolladas.

Esta perpetuación de la juventud puede poner en peligro el sistema que reine en la sociedad, debido a las nuevas generaciones (que piensan por sí mismas) están en desacuerdo con el relegamiento a que se ven sometidas por la sociedad y pueden insurgir contra el orden establecido.

Es conveniente que todos aquellos que en alguna medida seamos conductores de la sociedad, sobre todo los padres, educadores y formadores de jóvenes, que tengamos presente el tratar a nuestros adolescentes con respeto y atentos a su llamado, para que en conjunto construyamos una sociedad que englobe todas las opiniones y pueda ser más justa, equitativa y por ende más democrática.


© Hernán Antonio Núñez

jueves, 29 de agosto de 2013

Jalabola

La jaladera en Venezuela



En tiempos de crisis, los jalabolas se multiplican, así como crece la basura y la inseguridad, la respuesta es sencilla: al jalador le gusta la vida fácil, le jala al gobernante para tener acceso a cargos burocráticos o meterle mano a uno que otro guiso con los dineros públicos o llevar a la familia a trabajar en el sector oficial.



La jaladera en Venezuela pica y se extiende, hay gobernantes más que sensibles a la jaladera de bolas, manejar poder no es fácil, allí sabemos de qué fibra está hecha el alma humana. Hay personas que les acompañaba mucha humildad y cuando los arropó el poder, se llenaron de vanagloria, no son ni la sombra de lo que eran cuando andaban "pelando y no eran cambures". Tal como le pasó al maligno, se creyó superior a Dios.

Hay ciertos líderes políticos enfermos de mucho ego, oportunidad que no pierden los cortesanos de la inmoralidad, quienes aprovechan ese lado flaco del jefe para jalar y jalar hasta que llega el momento que aquel que se cree todopoderoso grita: ¡Basta, jale pero no se guinde! 


Al que le que le gusta que sus subalternos le "jalen bolas", en el fondo es una persona con mucho vacío espiritual, lleno de envidia, irritabilidad, prepotente, soberbio, con mucha necesidad de afecto, de ser valorado, de ser tomado en cuenta, ...se cree el último refresco en el desierto.


Para algunos estudiosos del tema, el jalabolas, es prolongación del pícaro. El adulante que no tiene corazón en el pecho, actúa con la mayor frialdad, es un sujeto peligroso, a la hora de la jaladera no se detiene ante nada, es un trepador, puede inventar el peor de los chismes, con tal de ganarse la aprobación del adulado.

Cómo nació el jalabolismo

El escritor Alexis Márquez, dice, que en el diccionario de venezolanismos, "jalabolas" es la persona que utiliza la adulación como medio para obtener distintos fines. El jalamecate utiliza la adulancia para servir generalmente al poderoso en el campo político o empresarial. También hay intelectuales o personas de alto grado académico que practican el jalabolismo especialmente hacia quienes tienen mucho poder político o económico, claro está, eso sucede en otros paises, afortunadamente en Venezuela no se ve eso, Ja!



Para este escritor, el jalamecate llegó primero que el jalabolas. "Jalar mecate" ha sido uno de los verbos más conjugados en los últimos tiempos. Venezuela ha presenciado un desenfrenado derroche de jaladera de todos los calibres, por lo común bien remunerada, a cada rato se escucha decir: "ese está jalando para que le den una embajada". "Se acomodó en el gobierno porque le gusta la jaladera". "Ese discurso fue una repugnante jaladera de mecate".


En cuanto al origen de jalamecate, para algunos viene desde los tiempos del libertador, cuando los subalternos de Bolívar, en actitud adulante mecían su hamaca cuando este descansaba, es decir le halaban el mecate para arrullarlos y que se pudiera dormir, ¡tan lindos! ¿no es una cuchitura?

Entre jalabolas y jalamecate hay una sutil diferencia, dice el investigador Alexis Márquez, jalamecate casi siempre se emplea en sentido despectivo para referirse a la adulancia rastrera e indigna y el jalabolas es el adulante servil, que se arrastra ante el poderoso en busca de un beneficio personal. En cambio el jalamecatismo se práctica en forma menos oportunista, hasta de manera gratuita, a veces sólo por placer, morboso de adular, para conseguir un beneficio material, destaca Alexis Márquez. Es como un desliz moral, diría yo!

Particularmente yo creo que muchos jalamecates son producto de la alienación, del hipnotismo social que les produce la andanada de publicidad y propagandas de los medios de comunicación (la mayoría en manos del estado) los cuales van dirigidos sistematicamente a mediatizar la mente del pueblo y hacerlos dóciles corderitos. Aunque no hay un estudio científico que lo certifique, particularmente creo que el jalabolas debe tener un origen genético, lo lleva bajo la piel, le gusta lo que hace, jala bolas y se siente orgulloso, estás dispuesto a llevar la bandera del jalabolas y marchar siempre adelante, busca salir en las fotos, se retrata con los jefes.



Para este reconocido profesor universitario la palabra "jalabolas" tuvo su origen a finales del siglo 19 y comienzos del siglo 20, tiempo de los gobiernos déspotas de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, algunos presos que tenían familias con ciertos recursos económicos, pagaban a otros presos para que le cargasen (o le jalasen) las pesadas bolas de hierro que, atadas a una larga cadena llevaban sujetadas al pie lo que les impedía correr, y para caminar tenían que cargar sobre sus hombros la respectiva bola, de allí se originó la expresión "echarse las bolas al hombro" a fin de aliviar la carga.
Ministra de Prisiones con el pran de
la cárcel San Antonio, en Margarita.


A los presos que practicaban el oficio los llamaban "carga bolas" expresión que con el correr del tiempo derivó hacia "jalabolas". Hoy día los pranes generan sus propios recursos mediante el comercio interno y planificando operaciones externas (secuestros, atracos, secuestros express, narcotráfico, etc.) y tiene sus propios jalabolas, que van desde los internos, guardias, custodios, hasta directores, jueces, hermosas modelos, exdeportistas y ahora candidatos políticos y hasta empleados de alto cargo en el gobierno, que hasta se retratan juntos, mostrando su despreciable jalabolismo).

Bueno, mis queridos lectores, ahí tienen para que escojan: jalar, jalamecate, jaladera, jalador, adulador, lambiscón, jaletis, chupamedias, jalabolismo, jalamecatismo, jalada y "jale pero no se guinde".

Para conocer mas sobre el jalabolismo en Venezuela vea el siguiente enlace:



"¡Prefiero estar en peligro, al borde del abismo y mantenerme erguido
que estar cómodamente, en medio de la pradera y ser un árbol caído!"

               © Hernán Antonio Núñez


martes, 27 de agosto de 2013

Santa Mónica

Santa Mónica madre de San Agustín de Hipona

Por su vida personal, por su influjo en la vida de san Agustín y por sus posibilidades simbólicas santa Mónica merece un puesto de honor en el santoral cristiano. Su determinación, su entereza de ánimo, su inteligencia, su amor materno y su fidelidad a la Iglesia resultaron decisivas en la conversión religiosa de su hijo, uno de los mayores padres de la Iglesia y figura cimera de la cultura occidental. Y esa actitud la convierte en modelo perenne de esposas y madres cristianas. La Iglesia, al honrar su memoria, satisface en cierto modo la inmensa deuda que tiene contraída con tantas mujeres anónimas, que no sólo han preservado la fe de sus hijos, sino que los han conducido al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

Mónica nació el año 331 ó el 332 d. C., en Tagaste (África del Norte), el actual Souk-Ahrás argelino, a unos 100 km. de la ciudad de Cartago, en un familia acomodada, de raigambre cristiana y fiel a la Iglesia. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa pero de muy fuerte disciplina.

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad ("Mónica" significa dedicada a la oración y a la vida espiritual), pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero terriblemente malhumorado, además mujeriego, jugador , sin religión y ningún gusto por lo espiritual.


La hizo sufrir lo que no está escrito y por treinta años ella tuvo que aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar la mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por docenas de años.


Fórmula para no pelear

En aquella región del norte de África, donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero no la golpeaba nunca, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues....no peleamos". Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en la casa.

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande con los pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras, y quizás por eso mismo logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo lo hiciera la suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautismo, murió santamente Patricio, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital del estado, la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba por sus progresos espirituales. Solo le importaba que sacara buenas notas, que brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los ejercicios físicos, pero acerca de la salvación de su alma, no se interesaba ni le ayudaba en nada. Y esto fue fatal para él, pues fue cayendo de mal en peor en pecados y errores.

Bautismo de Agustín de Hipona
por San Ambrosio de Milán
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida poco santa. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó el propósito de hacerlo. 

Finalmente, se hizo socio de una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni floja, al volver su hijo de vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y le cerró las puertas, porque bajo su techo no quería albergar a enemigos de Dios.

Una visión 

Aparición del ángel a
Sta. Mónica,  Pietro Maggi
Pero sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía: "Tu hijo volverá contigo" y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo, lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él. Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá ira a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien más tarde la consideraba como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437, aun faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

Por muchos siglos ha sido muy comentada la bella respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el Hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en el sueño, la llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.

Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma a dar clases. Ya era todo un doctor. Mamá se propuso irse con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada tramposa (de la cual se arrepintió mucho más tarde) Al llegar junto al mar le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola sola, pero Mónica no era mujer débil para dejarse derrotar tan fácilmente. Tomó otro barco y se dirigió a Roma.

La conversión del hijo 

San Ambrosio de Milán
En Milán, Mónica se encontró con el Santo más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él se encontró un verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando con prudentes consejos. Además, Agustín se quedó impresionado por su enorme sabiduría y la poderosa personalidad de San Ambrosio y empezó a escucharle con profundo cariño y a cambiar sus ideas y entusiasmarse por la fe católica.

Conversión de Saulo (Pablo) de Tarso
Y sucedió que en el año 387, Agustín, al leer unas frases de San Pablo sintió una impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía en unión libre, dejó sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en el África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche al ver el cielo estrellado platicando con Agustín acerca de cómo serán las alegrías que tendrían en el cielo ambos se emocionaban comentando y meditando los goces celestiales que los podían esperar. En determinado momento exclamó entusiasmada: "¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios". Poco después le invadió una fiebre, y en pocos días se agravó y murió. Lo único que pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 a los 55 años de edad.

Miles de madres y de esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables.

Biografía
Mons. BOUGAUD, Historia de santa Mónica, León 1877A.
SÁNCHEZ CARAZO, Santa Mónica. La madre, Marcilla (Navarra) 1991
U. ÁLVAREZ, Santa Mónica. Retrato de una madre cristiana, El Escorial 1994
I. OJEDA, Comunidad Madres Cristianas Santa Mónica, Caracas 2000.


Carta que Santa Mónica inspiró a su hijo San Agustín
 desde el cielo para acercar un instrumento más
de consuelo y esperanza ante la muerte
 con la perspectiva de la eternidad.

lunes, 26 de agosto de 2013

Los Atletas y el Deporte

Símbolo de la Vida

1. Desde la antigüedad el atleta, el deportista, se ha tomado como un símbolo noble del ser humano.
El Discóbolo, de Mirón
Él busca superarse, alcanzar metas, triunfar. Como todo hombre o mujer.
Para ello se prepara, se disciplina, se somete a régimen en sus comidas, bebidas, horario, estilo de vida. Como ha de hacerlo cualquier hombre o mujer para lograr la realización de sus sueños.
Al atleta indisciplinado se le da por descontado como un perdedor, más tarde o más temprano..., aunque reúna las condiciones de un atleta triunfador!
2. En el deporte se unen cuerpo y alma, apoyándose mutuamente.
“Mente sana en cuerpo sano”, decía, a propósito del ejercicio físico, el poeta latino Juvenal (hacia el 60-140 d. C.).
“El deporte consiste en delegar en el cuerpo algunas de las virtudes más fuertes del espíritu: la energía, la audacia, la paciencia”, afirmaba el francés Jean Giraudoux (1882-1944).
El atleta es símbolo de un cuerpo sano y bello. Con frecuencia los médicos, sicólogos o fisiatras, mandan algún tipo de ejercicio para recuperar la salud física o mental y fomentar la autoestima.
3. Ya desde las olimpíadas griegas (776 a. de J. C.), los encuentros deportivos fomentaban las relaciones humanas, la convivencia pacífica entre los pueblos, el trabajo en equipo, la sana competencia, la superación, la recreación comunitaria, la alegría, el saber ganar y perder.
Estos valores humanos permanecen a lo largo de los siglos, en todas las latitudes y en todas las culturas: donde no se practican juegos colectivos languidecen dichos valores y los jóvenes pierden un magnífico espacio educativo. “En la mesa y en el juego se conoce al caballero”, reza un proverbio popular.
4. Ha habido una evolución en el premio, que simboliza el logro de haber alcanzado la meta.
Para los antiguos este premio era una corona. El atleta triunfador era aplaudido y coronado como un héroe. Además, como representaba a su país, su triunfo era un triunfo comunitario. Simbolizaba así, además, el valor de un pueblo. Se competía para alcanzar una corona de mirto o laurel, o una medalla o trofeo de oro, plata y bronce, y sobre todo, la corona, medalla o trofeo, expresión de la dignidad y valía del ser humano y de un pueblo. En este tipo de premiación se acentuaba “la calidad humana”. Esta concepción, de alguna manera, permaneció hasta bien entrado el siglo XX.
Hermanitos Cori del Perú,
recibieron reconocimiento en
metálico de las autoridades.
Ahora, al entrar el siglo XXI, a los mejores atletas se le premia sobre todo, con dinero. Mayor sueldo, símbolo de mejor atleta. Un deportista sentía orgullo en formar parte del equipo que representaba su patria o su ciudad. En los tiempos actuales, se cambia fácilmente al equipo que mejor pague, no importando su patria o su ciudad. También la valoración en metálico de los atletas es símbolo del valor que se da en nuestros días al dinero sobre otros valores.
5. San Pablo empleó hermosamente y con profundidad la figura del atleta y del deporte, sobre todo la carrera olímpica, en cinco de sus cartas para simbolizar la vida cristiana. Fue uno de sus símbolos preferidos.
“Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio. Los que se preparan para competir en un deporte evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen por alcanzar como premio una corona que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita. Yo, por mi parte, no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros” (I Corintios 9, 24-27).
 “Si tienes un sueño, haz que pase”
Maickel Melamed
Es decisivo comenzar y terminar bien la carrera, el proyecto de la propia vida. No detenerse en alguna parte del camino. Decía Pablo a la comunidad cristiana de los Gálatas en Grecia: “Comenzaron bien su carrera, ¿quién les puso obstáculos para no seguir la verdad?” (Gálatas 5, 7).
Avanzar hasta llegar a la meta: “No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo me alcanzó primero. Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está adelante, para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús” (Filipenses 3, 13-14).

Pablo, como buen atleta, quería llegar a la meta y se esforzaba por no correr en vano (Gálatas 2, 2 y Filipenses 2, 16). Por eso, clamaba: “corramos con fortaleza”, proponiendo a Cristo como modelo, que no se dejó vencer por los sufrimientos hasta alcanzar su meta (Hebreos 12, 1-4).
Así en el atardecer de su vida pudo escribir, como un triunfador, a su discípulo Timoteo: “Yo ya estoy a punto de ser sacrificado; ya se acerca la hora de mi muerte. He competido en la noble competición – he peleado el buen combate -, he llegado a la meta de mi carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el Juez Justo, me dará en aquel día” (I Timoteo 4, 7-8).

Autor: Mons. Ramón de la Rosa y Carpio.

Arzobispo Metropolitano, Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, R. D.