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lunes, 30 de junio de 2014

Juventud, divino tesoro



La juventud no es un período de la vida; es un estado del espíritu, es el producto de la voluntad, una cualidad de la imaginación, una intensidad emotiva, una victoria del valor sobre la timidez, del gusto de la aventura sobre el amor a la comodidad.




No se envejece por haber vivido cierto número de años; se envejece cuando abandonas tu ideal. Los años arrugan la cara; renunciar a tu objetivo te arruga al alma. Las preocupaciones, las dudas, los temores, la culpa, la desesperación, son enemigos que lentamente nos inclinan hacia la tierra y nos van volviendo polvo antes de la muerte.



La vida no es gris...,
¡es gris quien la ve de ese color!

Es joven aquél que se admira ante cualquier detalle, aquel que se maravilla y se pregunta como un niño insaciable: “¿Y después qué?” Joven es aquél que desafía los acontecimientos y encuentra alegría en el juego de la vida. Eres tan joven como tu afirmación. Tan viejo como tu falta de fe. Tan joven como la confianza en ti mismo. Tan viejo como tu pesimismo. Tan joven como tu esperanza. Tan viejo como tu abatimiento.



Serás joven mientras te conserves receptivo a lo que es bello, bueno y grandioso, sensible a los mensajes de la naturaleza, del hombre y principalmente del infinito. Serás joven mientras puedas sorprenderte ante las cosas más sencillas, ante una noche estrellada, ante la caricia tenue de la brisa, ante la belleza y aroma de una flor, ante el arrullo acompasado de las olas que besan la playa, ante la sonrisa de un niño.




Para ser joven hay que tener sentido del humor, hay que aprender a reírse, hasta de uno mismo si es necesario, hay que burlarse de lo malo de la existencia y sonreír a las bendiciones de la vida, la juventud puede trascender a la dimensión del tiempo, la juventud puede permanecer intacta en este plano de acuerdo a tu filosofía de vida y de como la aplicas en favor de tus congéneres.




Hay mucho viejo que no llega siquiera a 20 años y hay sexagenarios y aun mayores con quienes se disfruta un mundo y no dejan de sorprenderse por cada amanecer y disfrutan la caricia de la brisa y el susurro del mar, unos hasta descifran la sinfonía melódica de los pájaros al cantar en hermosa coral y disfrutan a los insectos que acompañan con sus instrumentos tan perfecto trinar.





Algunos ancianos, más limpios de espíritu, logran hasta ver al Director musical dirigir rítmicamente hasta al viento que sopla su flauta en lo alto de los frondosos árboles, hasta pueden apreciar la percusión del arroyuelo que tamborilea con las rocas de su lecho hasta el estruendo fabuloso de su cauce al reunirse con el gran río y juntos se encaminan al grandioso océano, cuyas olas acompasan al danzar y disfrutan de la orquesta natural, mientras las palmeras hacen una espléndida coreografía al bailar.




Para ser joven hay que disfrutar de la libertad del insensato pero con la prudencia que da la experiencia, se es joven cuando comenzamos a crear, cuando nuestra musa aflora y nos permite cantar, pintar, escribir, hacer realidad nuestros sueños, se es joven cuando amamos sin esperar respuesta, comenzamos a envejecer cuando nos quejamos que no nos han correspondido.






¿Acaso podemos llamar viejos a personajes como el Papa Juan Pablo II, o María Teresa de Calcuta, o el científico venezolano Jacinto Convit, por citar solo algunas personas con mucha experiencia, pero con más ímpetu que cualquier joven? 





A la eternidad se llega por la puerta de la muerte. Vivimos temporalmente para morir y moriremos para vivir eternamente! Y ese viaje lo hemos de hacer todos, independientemente de nuestra edad, por eso digo que lo importante es... ¡cómo vivimos y no cuanto vivimos!


© Hernán A. Núñez

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