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martes, 28 de noviembre de 2017

Adviento y Navidad




La palabra "Navidad" recuerdan casi siempre alegría y paz, en torno al Hijo de Dios recién nacido. Es tiempo de risas, alegría, esperanza, paz y fiesta. 



Pero para festejar hay que prepararse. El Adviento marca un camino, que va desde lo externo: ambiente, música, naturaleza... hacia el interior del corazón humano. Dios se hace presente todos los días en la vida de los creyentes y de los que le abren el corazón. En el Adviento meditamos la venida del Señor glorificado, al final de los tiempos. En esta época nos preparamos para celebrar la venida del Señor en la carne y también se inaugura el año litúrgico.


Quizás existan pocas palabras como "Navidad". Ella suele evocar un sin fin de símbolos y emociones ligadas mayormente a la familia. Nos inspira paz, nos motiva a la solidaridad, expresa la certeza del cariño de otros y la esperanza en el porvenir. La apropiación ilegítima que ha hecho el mundo del comercio con la Navidad no ha logrado destruir la sencillez de la Virgen María, de San José y el Niño Jesús en nuestros hogares; no ha podido robar o ponerle precio a la gratitud, a la alegría y a los deseos de una paz fundada en la ayuda y la estima de los otros.



La Navidad nos descubre el valor sagrado de la vida humana, aquella que asumió Jesús, hasta sus últimas consecuencias. Por ello es preparada con antelación y, como toda fiesta, celebra el más grande don que posee una persona: la vida.


La Navidad se enmarca en un tiempo, pero a la vez trasciende; si bien es vivida en una época específica, es pregustada y deja huellas a lo largo del año. Rompe nuestra rutina diaria, y ello es expresado mediante diversos gestos: asueto laboral, vacaciones escolares, preparación de adornos y comidas especiales, música apropiada y, frecuentemente concebida para la ocasión (aguinaldos, villancicos, gaitas, himnos...) y hasta usamos la mejor ropa que tenemos, con frecuencia estrenada para la ocasión.


Esta ruptura con lo cotidiano permite a toda persona encontrarse consigo misma, alejada de los rituales creados en lo cotidiano: la verdadera fiesta sucede en lo profundo del ser humano y se refleja en el corazón de su familia, de la comunidad. Lleva a todo hombre y mujer a preguntarse por el sentido de la vida y a responsabilizarse por edificarlo. La fiesta auténtica se vive en el compromiso personal, en la solidaridad con los demás y en la esperanza.



La Navidad es el tiempo donde la espera se hace activa, en la cual la entrega a los demás se convierte en fuente de alegría. Nos descubrimos entonces, a semejanza del mismo Dios que, por amor, no se ha reservado nada de si y se nos ha entregado asumiendo nuestra condición, hasta su últimas consecuencias.



Fuente: libro ¡Preparemos la fiesta! ADVIENTO - NAVIDAD
Del Equipo Paulinas