Yo me pregunto, ¿por qué puede llorar una
flor?
Será que no la ha visitado su amante,
el ruiseñor,
ciertamente hay una pena íntima en mi
corazón,
y mi mente apesadumbrada pierde toda
noción.
En el limbo de los no amados será que
nos toca,
si la pareja endurece el sentimiento
como roca,
no hay húmedo arroyo de amor que descalabre,
el endurecido corazón vital, cual
llave que abre.
Seremos raros emigrantes en nuestra existencia,
quizá no suministramos amor y esa es la
carencia
sólo queda un resquicio de cariño que
nunca falla:
Es Dios, con quien junto se gana cualquier
batalla.
© Hernán Antonio Núñez
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