y en la estancia del horcón
como adornando el fogón
estaba toda la gente,
dijo un viejo de repente:
-les voy a contar un cuento
ahura que el agua y el viento
traen a la memoria mía
cosas que naide sabía
y que yo diré al momento-.
-Tal vez tenga que luchar
con más de un inconveniente
pa´que resista la mente
el cuento sin lagrimiar,
pero Dios que supo dar
pacencia a mi corazón
tal vez venga en la ocasión
a alumbrar con su reflejo
el alma de un gaucho viejo
que ya lo espera el cajón-.
-No se asusten si mi cuento
les ricuerda en este día
algo que ya no podía
ocultar mi sentimiento,
vuelquen todos un momento
la memoria en el pasáo
que allí verán retratáo
con tuitos sus pormenores
una tragedia de amores
que el silencio a sepultáo-.
-Hay cosas que ya no puedo
detallar como es debido,
unas porque se han perdido
y otras porque tengo miedo,
pero ya que en el enredo
los metí pido atención
que si la imaginación
me ayuda en este momento
conocerán por mi cuento
la leyenda del horcón-.
-Alcansenmé un amargo
pa´que suavice mi pecho
que voy a dentrar derecho
al asunto porque es largo,
haré juerza sin embargo
pa´ llegar hasta el final
y si atiende cada cual
con espíritu sereno
verán como un hombre güeno
llegó a hacerse criminal-.
-Setenta años, quien diría
que vivo aquí en estos pagos
sin conocer más halagos
que la gran tristeza mía,
setenta años no es un día
pueden tenerlo por cierto,
pues si mis dichas han muerto
ahura tengo la virtú
de ser pa´esta juventú
lo mesmo que un libro abierto-.
Iban a golpiar las manos
por lo que el viejo decía
pero una lágrima fría
los detuvo a los paisanos,
-hay sentimientos humanos-
dijo el viejo conmovido
-que los años con su ruido
no borran de mi memoria
y este cuento es una historia
que pa´mi no tiene olvido-.
-Allá en mis años de mozo
y perdonen la distancia
sucedió que en esta estancia
hubo un crimen misterioso,
en un alazán precioso
llegó aquí un desconocido,
mozo lindo, muy cumplido
que al hablar con el patrón
quedó en la estancia de pión
siendo dispués muy querido-.
-Al poco tiempo nomás
el amor el amor lo picotió
y el mocito se casó
con la’hija del capataz,
todo marchaba al compás
de la dicha y del amor
y pa´ grandeza mayor
Dios les envió con cariño
un blanco y hermoso niño
más bonito que una flor-.
-Iban pasando los años
muy felices en su choza
ella, alegre y güena moza
el, juerte y sin desengaños
pero misterios extraños
llegaron, y la traición
deshizo del mocetón
sus más queridos anhelos
y el fantasma de los celos
se clavó en su corazón-.
-Aguantó el hombre callao
hasta dar con la evidencia
y un día fingió una ausencia
que jamás había pensáo,
dijo que tenía un ganao
que llevar pa´la tablada
que era una güena bolada
pa´ganarse algunos pesos
y así entre risas y besos
se despidió de su amada-.
-A la’una de la mañana
del otro día justamente
llegó el hombre de repente
convertido en fiera humana,
de un golpe echó la ventana
contra el suelo en mil pedazos
y avanzando a grandes pasos,
ciego de rabia y dolor,
vio que su único amor
descansaba en otros brazos-.
-Como un sordo movimiento
de seguida se sintió
después un cuerpo cayó
y otro cuerpo en el momento,
ni un quejido ni un lamento
salió de la habitación
y pa´concluir su misión
cuando ya los vido dijuntos
los enterró a los dos juntos
allá donde está ese horcón-.
-En la estancia se sabía
que la ingrata lo engañaba
pero a él naide le contaba
la disgracia en que vivía
por eso la polecía
no hizo caso mayormente
pues dijeron, la inocente
se jue con su gavilán,
y en cambio los dos están
descansando eternamente.
“¡Ahijuna!" gritó un paisano
“si es así lo que habla el viejo
eso es un macho canejo
yo le besaría la mano”
-¡yo soy!- le gritó el anciano
-venga mijo besemé,
yo fui mi’jo el que maté
a tu madre disgraciada
porque en la cama abrazada
con otro hombre la encontré-.
“Hizo bien tata querido,
gritó el hijo sin encono
venga viejo lo perdono
por lo tanto que ha sufrido
pero ahura tata le pido
que no la maldiga más
que si jue mala y audaz
por mi perdónela padre
q´una madre siempre es madre
déjela que duerma en paz”.
Los dos hombres se abrazaron
como nunca lo habían hecho
juntando pecho con pecho
como dos niños lloraron,
padre e hijo se besaron
pero con tal sentimiento
que el humano pensamiento
no pudo pintar ahora
la escena conmovedora
de aquel trágico momento.
Los ojos de aquella gente
con el llanto se inundaron
y todos mudos quedaron
bajo un silencio imponente,
volvió a decir nuevamente:
-allí están en el horcón-
y poniendo el corazón
el anciano en lo que dijo
le pidió perdón al hijo
y el hijo le dio el perdón.
Original de Juan Pablo López
Payador uruguayo
(Escrito tal como lo recita Luis Edgardo Ramirez)
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