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martes, 7 de octubre de 2014

El Hombre Duerme



El viento gime en la noche dolorosa
la cintura vieja herrumbrosa ni se queja
el dolor es gratis, en esta suciedad
solo el joven es la promesa de nueva vida.




Es como si la naturaleza sintiera el dolor
de un pueblo atormentado de caudillos
cuyas fauces lastimeras trozan virtudes
de los pocos locos hombres libertarios.




Mientras las féminas se embraguetan
sus hombres solo trashuman libidinosos
un licor blanquecino que es más que ocio
y no se equiparan las masas en la lucha.




Pero los jóvenes duermen aletargados
por el opio concertado del pudiente lacayo.
¿Qué le pasa al pueblo? ¿acaso cede el alma?
¿Ese es el pueblo que mi historia conoce?





El tiempo irresoluto aun no termina,
pero caen las horas por racimos, día,
noche y ni siquiera el gallo vespertino,
despierta voluntades escondidas, gachas.





Ha de llegar el día que como un solo ente,
igual a peces que se juntan ante el tiburón,
la gente arrecha de un tirón a su conciencia
y sin ningún tipo  de indulgencia
tome lo que es suyo por derecho.





Dice la conseja, que el cántaro se rompe
de tanto coñazo que recibe en la fuente
y éste, que por cierto, aquí les escribe
al menos con las letras y la razón lucha.



Quizá esa ayuda no sea mucha, según,
pero es factible que algún indeciso se apreste
por estos versos necios, insolentes y toscos
y eso, queridos compañeros, ya es ganancia.



© Hernán Antonio Núñez


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