verde, cual fruto que
aun no madura,
como la montaña allá
en lontananza,
verde tus ojos que irradian
frescura.
Ojos de poderosos ríos llaneros,
rodeados de un verde morichal,
allí anidan gabanes y garceros
y su bramar asusta en el raudal.
La flor, al verte en el vergel se sonroja
al notar tu belleza sencilla y turbadora
loca de envidia se vuelve verde la hoja
y tu sonrisa relumbra más que la aurora.
Verde, como las bravas aguas del mar
verde, como las legumbres del yantar
verde, cual la fruta que quiere madurar
ofreciendo al colibrí sus jugos degustar.
Si así son de preciosos esos ojos verdes
como serán de hermosos cuando maduren,
deseo verme en esos lagos y que recuerdes
que al amor no le importa que murmuren.
Divina como la rica carne del aguacate,
que hasta provoca chupar toda la pepa,
es una delicia y que nadie me arrebate
abrazar esa reina cual si fuera una arepa.
Ojos de poderosos ríos llaneros,
rodeados de un verde morichal,
allí anidan gabanes y garceros
y su bramar asusta en el raudal.
La flor, al verte en el vergel se sonroja
al notar tu belleza sencilla y turbadora
loca de envidia se vuelve verde la hoja
y tu sonrisa relumbra más que la aurora.
Verde, como las bravas aguas del mar
verde, como las legumbres del yantar
verde, cual la fruta que quiere madurar
ofreciendo al colibrí sus jugos degustar.
Si así son de preciosos esos ojos verdes
como serán de hermosos cuando maduren,
deseo verme en esos lagos y que recuerdes
que al amor no le importa que murmuren.
Divina como la rica carne del aguacate,
que hasta provoca chupar toda la pepa,
es una delicia y que nadie me arrebate
abrazar esa reina cual si fuera una arepa.
© Hernán Antonio Núñez
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