Un poco de historia
Venezuela
celebra hoy, 15 de enero el “Día Nacional del Maestro”, decretado por el
General Isaías Medina Angarita en reconocimiento a las luchas iniciadas por los
maestros venezolanos el 15 de enero de 1932, cuando en plena dictadura gomecista,
un grupo de educadores conformaron una asociación para defender los derechos
laborales de los maestros y mejorar la educación en Venezuela.
Luis Beltrán Prieto Figueroa |
La (Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria)“SVMIP”comenzó a trabajar por el
mejoramiento de la educación en Venezuela que contaba con un alto analfabetismo, fundando la "Revista
Pedagógica", órgano divulgativo del gremio y en 1934 realizaron un
seminario para discutir las deficiencias del sistema educativo en el país.
Al dictador
Gómez no le gustó las acciones del magisterio, razón por la cual el Ministerio
de Instrucción Pública ordenó a los maestros a separarse de la SVMIP (Sociedad
Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria).
Los docentes
siguieron luchando en la clandestinidad por el desarrollo de la educación
venezolana, hasta la muerte del dictador Juan Vicente Gómez en 1936, cuando se
convocó una asamblea nacional de docentes en la que se fundó la Federación
Venezolana de Maestros.
Durante el
gobierno del General Isaías Medina Angarita, la FVM encaminó sus labores hacia
la modernización de la educación y las mejoras de las condiciones de los
educadores y reconoció la importancia de su labor decretando la celebración del
Día del Maestro el 15 de Enero de cada año.
Entre 1949 y
1958, durante la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, disminuye la
acción del movimiento magisterial y en 1952
se cambia la fecha de celebración del Día del Maestro, para el 29 de
noviembre, fecha del natalicio de Andrés Bello, como un homenaje a quien guiara
la educación del Libertador Simón Bolívar.
A partir de 1959, tras la caída de la dictadura Pérezjimenista, fue retomada la fecha que había sido fijada inicialmente por Isaías Medina Angarita en 1952 y en la que actualmente se rinde homenaje a los docentes venezolanos.
Ser educador: Una profesión o una vocación
Ser maestro o
profesor en países como el nuestro es ser un superhéroe, profesión digna de una tira
cómica, para que los niños aprendan lo que es el sacrificio, la dedicación y la
nobleza.
Por otro
lado, las instituciones educativas, sean privadas o públicas, no reconocen el
justo trabajo de un educador que trabaja horas extras sin que le sean
reconocidas y que se lleva los trabajos de evaluación, preparación y planeación para
sus hogares, restándole tiempo útil para dedicar a su propia familia.
Ser maestro requiere
de una gran entereza y vocación, pues siendo una profesión de tanta dedicación y prestigio
es subpagada por los gobiernos de turno, los que no han sabido apreciarla en su justa dimensión,
pues luego de la familia, la educación, es el soporte para construir un mejor país.
Valores para maestros y profesores
Los valores
son los que ayudan a todo educador a superarse personal y profesionalmente,
para convertir el aula en una verdadera escuela de la vida, que ayudará al
educando a insertarse en un sociedad donde predomine la solidaridad, la
justicia y la armonía entre sus integrantes.
Una de las
actividades humanas con mayor trascendencia e impacto en la sociedad es, sin
lugar a dudas, la labor docente. Por esto, es importante considerar que toda
persona con las funciones de un profesor, tiene una responsabilidad que va más
allá de transmitir únicamente conocimientos.
El maestro o
instructor que ha logrado influir positivamente en las personas bajo su tutela
-sin importar la edad de los alumnos o el área de desempeño-, seguramente debe
el éxito de su trabajo, a la calidad humana que vive y hace vivir dentro y
fuera del aula; desgraciadamente, el amplio bagaje cultural y de conocimientos
muchas veces es insuficiente para realizar una labor educativa eficaz.
Objetivamente
hablando, el profesor se encuentra en un escaparate donde su auditorio está
atento al más mínimo detalle de su personalidad, por lo cual, tiene una
inmejorable posición para lograr un cambio favorable en la vida de los demás.
Además de la
elocuencia, el grado de especialización y el manejo de las herramientas
didácticas, todo educador debe considerar como indispensable vivir los
siguientes valores:
Superación
El aspecto
humano es un factor que no debe descuidarse, al menos deben tenerse nociones
básicas de la filosofía del hombre, ética, relaciones humanas, etapas físicas y
psicológicas en el desarrollo de los seres humanos, caracterología, etc. como
herramientas indispensables.
La superación
comprende el esfuerzo personal por mejorar en hábitos y costumbres, en otras
palabras: conocer y vivir los valores humanos.
Empatía
Aunque la
vocación para enseñar supone un genuino interés por los demás, son acciones
concretas las que permiten vivir mejor este valor.
Se demuestra
empatía al prestar la misma atención a todos los alumnos, exista o no afinidad;
dedicando un par de minutos a charlar individualmente con cada uno de los
discípulos, para conocer mejor el motivo de su inquietud, desgano, indiferencia
o bajo rendimiento; ofrecer la ayuda, medios o herramientas necesarias para
mejorar su desempeño, calidad humana o integración al grupo.
Las muestras
de empatía pueden ser tan simples como sonreír, felicitar por el esfuerzo
continuo o un trabajo bien realizado; con palabras de aliento para quien tiene
mayores dificultades; reforzando las actitudes positivas; poner al corriente a
quien estuvo enfermo, implementando las estrategias y elementos necesarios para
lograr un mejor aprendizaje.
Lo mismo
sucede al corregir con serenidad y comprensión, y en la medida de lo posible,
sin poner en evidencia al educando delante los demás; controlando la
impaciencia, el enojo y hasta el mal humor, muchas veces provocado por
circunstancias ajenas y personales.
La empatía
exige un esfuerzo cotidiano por superar el propio estado de ánimo, la poca
afinidad con determinadas personas, las preocupaciones, el cansancio y otros
tantos inconvenientes que afectan a los seres humanos. Por tanto, este valor
permite hacer un trabajo con mejor calidad profesional y humana al mismo
tiempo.
Coherencia
Todo profesor
representa autoridad, disciplina, orden, dedicación y verdadero interés por las
personas, y partiendo de esta base, el ser coherente supone trasladar a la vida
personal las mismas actitudes que se exigen en el salón de clase.
Por ejemplo,
es fácil pedir que los alumnos cumplan con sus trabajos a tiempo, completos, en
orden y con pulcritud, pero esto exige revisar, corregir, hacer observaciones
por escrito y entregar resultados con la misma puntualidad solicitada.
Lo mismo
sucede con el vocabulario, las posturas, el arreglo personal, hábitos de
higiene y la relación personal que se vive con los demás: amable, respetuosa,
comprensiva... La actitud que toman los alumnos a la hora de clase, muchas
veces es el reflejo de la personalidad del profesor; si se desea que maduren, sean
responsables y educados, el ejemplo es primordial.
De igual
forma, ser coherentes comprende el cumplir con las normas establecidas por la
institución: planeación, elaboración de material, seguimiento de un programa,
cubrir objetivos según el calendario, participar en las actividades
extraescolares, etc.
Recordemos
que para exigir a los demás, es indispensable tener disciplina en la vida
personal y profesional.
Sencillez
Posiblemente uno de los valores que mejor decora y ennoblece el trabajo de un educador es la sencillez, porque permite reconocer en su labor una oportunidad de servicio y no una posición de privilegio para tener autoridad o un estupendo escenario para hacer gala de conocimientos.
Las
circunstancias ponen al profesor delante de personas que necesitan de su
intervención, pero la soberbia y el egocentrismo dificultan la comunicación y
el correcto aprovechamiento. Lo mejor es impartir la cátedra con la intención
de aplicar toda la experiencia, conocimientos y recursos buscando un mejor
aprendizaje.
Conviene
aceptar que el conocimiento propio tiene un límite y se vive en constante
actualización; es muy significativo y otorga mucho prestigio, reconocer que
algún aspecto del tema se desconoce, pedir oportunidad para investigar y tratar
el asunto en una sesión posterior. Es preferible esto, a ser sorprendido
mintiendo.
En este mismo
renglón, conviene encontrar en las críticas una oportunidad para mejorar
personalmente, así como aceptar los errores personales, rectificar y pedir
disculpas, si es el caso.
La sencillez
también se manifiesta al compartir con otros profesores la experiencia docente,
dando consejos y sugerencias que faciliten a los demás su labor. De la misma
manera, la docilidad con que se sigan las indicaciones institucionales, la
apertura a nuevos procedimientos o la colaboración en cualquiera de las
actividades, son rasgos significativos de apertura y disponibilidad.
Lealtad
Desafortunadamente
la falta de lealtad es una situación que se vive en todos los ámbitos sociales:
murmuración, crítica, difamación y falta de honestidad.
Ser leal a
una institución significa una completa adhesión a sus normativas, respeto por
los directivos y trabajo en equipo con los colegas. Por supuesto que no siempre
se estará de acuerdo con todo, pero habrá que distinguir la fuente de
inconformidad para actuar acertadamente: si personalmente incomoda u
objetivamente es un caso que requiere mayor estudio.
Lo primero y
fundamental es manifestar las inquietudes con las personas adecuadas. Falta a
la lealtad quien desahoga críticas e inconformidades a espaldas de los
directivos con los compañeros, los amigos, padres de familia e incluso con los
alumnos. Sea en forma individual o en conjunto con otras personas, estas
actitudes son totalmente incorrectas.
Es obligación
guardar toda confidencia respecto a las políticas y estrategias; movimientos
del personal; decisiones directivas; situaciones personales de maestros y
alumnos, a menos que afecten considerablemente la imagen y prestigio de la
institución. No está de más recalcar que todo, absolutamente todo, debe
consultarse con las personas indicadas para resolver cualquier género de
circunstancias.
Alegría
Tal vez una
de las figuras más atractivas es la del profesor entusiasta, siempre con una
sonrisa a flor de labios, optimista, emprendedor; quien difícilmente se enoja,
pero a la vez estricto y exigente; siempre dispuesto al diálogo; contento pero
respetuoso; capaz de comprender y dar un buen consejo...
Esta
personalidad no es extraña ni ajena, pero a nadie se le ocurre pensar si tiene
problemas, carencias o dificultades personales, mucho menos, preguntarse cuál
es la fuente de su alegría y serenidad.
Para lograr
vivir este valor hace falta esfuerzo y madurez, es decir, dejar los problemas
personales para el momento y lugar oportuno, nunca para desquitarse en el aula;
concentrar toda la atención en lo que se hace: preparación, elaboración,
exposición y conducción de la clase; buscar cómo ayudar a los demás a
solucionar los problemas propios del aprendizaje; planear actividades
diferentes: recorrido cultural, película, asistir a un evento, etc., o dedicar
unos momentos a charlar con los colegas.
Si observamos
con cuidado, la alegría proviene de una actitud de servicio, otorgando el
tiempo necesario y los propios conocimientos para el beneficio ajeno. La
satisfacción de cumplir con el deber siempre tendrá sus frutos, muchas veces
sin aplausos, pero si con las muestras de aprecio, el agradecimiento de un solo
alumno o simplemente con los excelentes resultados obtenidos.
No pensemos
que profesor es sólo aquel que imparte clases a niños o jóvenes, también lo son los que imparten instrucción deportiva, los que participan en los centros de capacitación de las empresas o en las instituciones con cursos especializados, los que dan cursos para adultos, por mencionar
algunos.
Profesor William Rodríguez impartiendo clases en el Diplomado en Familia |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario