Como orar
Un sacerdote fue a
visitar a un anciano que estaba gravemente enfermo. Al entrar en la habitación
advirtió junto al abuelo una silla vacía. El presbítero, al acabar la
conversación e intrigado por la presencia del mueble sin uso, no quiso
marcharse sin preguntar al viejo si le hacía algún servicio.
El
buen hombre le contestó con una débil sonrisa. -Pienso que en ella ha estado
sentado Jesús y hablo con Él. Hace años me era difícil rezar. Hasta que un
amigo me descubrió que la oración consiste en hablar con Jesús-.
-Así
que ahora me imagino que es Jesús el que está sentado en la silla a mi lado. Le
hablo, le escucho y pienso en lo que Él me dice. Desde entonces jamás se me ha
hecho difícil orar-.
Unos
días después, la hija del anciano comunicaba al clérigo la muerte de su padre
con estas palabras: -Lo dejé solo un par de horas; al volver a su habitación,
lo encontré muerto con la cabeza apoyada en la silla que tenía siempre al lado
de su cama-.
Lo
anterior nos enseña que orar es muy fácil, sí señor, ¡es sencillo orar! Orar no
es tan arduo, pues no es difícil hablar con Jesús. No todo el mundo puede ser
catedrático, no todo el mundo puede ser poeta o artista, no todo el mundo puede
gobernar un país, pero todos, absolutamente todos y cada uno, podemos orar con la profundidad de los santos.
Además
podemos orar en cualquier momento de nuestra vida: cuando somos pequeños,
cuando somos adultos, cuando somos ancianos. Y en cualquier lugar: en el
templo, en nuestra casa, en el autobús, en el trabajo...
Sin embargo el anciano de
la parábola no descubrió que era fácil orar hasta que un amigo le ayudó un
poco. "¡Señor, enséñanos a orar!", le dijeron a Jesús un día los
Apóstoles… ¡Y les enseñó el Padrenuestro!
A
nosotros nos pasa lo mismo, y muchas veces sentimos ganas de decírselo: ¡Jesús,
enséñanos a orar! Y es que, aquí como en todo, comenzar es fácil, pero para
orar con fruto y perseverancia es necesario aprender. Necesitamos que otros nos
transmitan su experiencia para que se nos haga más fácil nuestro propio
caminar.
Con nuestra buena voluntad y la ayuda de los demás, especialmente de la Iglesia, de la Sagrada Escritura y de los Santos, todos podemos llegar a que se haga realidad en nuestra vida el deseo de Jesús, de que “es preciso orar siempre sin desfallecer” (Lc. 18, 1).
“Para mi la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús.”
ResponderBorrar(Santa Teresita del Niño Jesús)