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viernes, 28 de febrero de 2014

El recién nacido


Yo creo que llegar al mundo no debe ser sencillo, aunque sea natural. Imagínense por un instante como sería, para la delicada sensibilidad de un recién nacido, la experiencia de sentir el mundo de manera nueva a través de los propios sentidos. El recién nacido ha sido removido de la comodidad del ambiente acuático del vientre materno donde se encontraba.

Todo debe impresionarle. Sus nervios y sus sentidos ya despiertos y alertas comienzan a recibir información. Su cerebro empieza a recibir las primeras impresiones de un mundo totalmente desconocido para él o ella. La luz y los colores danzan a su alrededor, hay ruidos que lo desconciertan. 


Los olores de su madre pueden ser reconocidos desde su anterior mundo y le proporciona confianza, ese dulce olor debe ser muy acogedor. El sonido de la voz materna, es otra cosa que recuerda por haberla escuchado antes, eso lo tranquiliza. El latido del corazón de su madre, es otro sonido familiar que también reconoce y le brinda protección.

Todas las sensaciones que el bebé siente en la piel y en las manos son nuevas también. Las caricias suaves, la tibieza del agua, la calidez de una tela, el aire fresco, pueden provocar una sensación de bienestar. Cada sonido, cada nueva voz que el bebé oye es un nuevo estímulo que irá aprendiendo a reconocer.

Aunque la enfermera trata de
separarlo, el niño se aferra
 fuertemente a su madre.
Es algo que los médicos y estudiosos han comparado y formulado teorías al respecto, pero hay un nexo mucho mayor que es imposible de explicar y solo tendría explicación si recurrimos a Dios. Si, no le encuentro otra explicación. Ningún científico podría dilucidar el porqué un bebé de apenas segundos de nacido no quiere despegarse de su madre y además lo expresa fuertemente con su llanto.

Hay algo que se nos escapa de la razón y no tendría otra explicación que, desde el mismo instantes de ser concebidos ya venimos con una muy buena dosis de amor, además somos incapaces de hacer ningún daño, dada la fragilidad de un bebé.


Eso debe llamarnos seriamente a reflexionar el que aunque nos desarrollemos sanos y fuertes, fuimos creados desde el amor de Dios, cuya manifestación más palpable aquí en la tierra es el amor materno y debemos amarle a Él por sobre todas las cosas, también debemos amar a nuestros semejante como si fuéramos nosotros mismos.

© Hernán Antonio Núñez

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