Un buen día Héctor fue invitado a una gran cena de gala, la única condición es que debía ir vestido todo de blanco. Como no era de muchos billetes fue y alquiló un bellísimo y relumbrante traje blanco, a su modo de ver el más bonito de todos.
Llegó el ansiado día y el joven iba por la acera, muy orgulloso vestido impecablemente de blanco, rumbo
al lugar donde se daría la reunión para la gran cena; ese día había llovido y
la calle estaba mojada, con charcos por doquier, de repente, un carro pasó velozmente
y sin darle tiempo a esquivarse lo bañó de agua sucia y lodo.
Al momento, su actitud era
de rabia y desesperación, intentó limpiarlo el mismo, pero no lo logró, por el
contrario, lo que hacía era regar más el sucio, hasta que, poco a poco, logró serenarse
y pensar con tranquilidad.
Ya calmado se acordó de una
tintorería express que quedaba en la cuadra y acto seguido allí se dirigió; el
encargado le prestó el baño mientras le lavaban el traje, el cual quedó blanco
y resplandeciente, se lo puso de nuevo y así llegó a la gran cena de blanco en
la cual disfrutó deliciosos platillos y manjares.
La Biblia dice:
“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la
vida, y para entrar por las puertas de la ciudad”.
Apocalipsis
22, 14
El pecado es como el fango
que ensució el traje de Héctor, y que se encuentra en el corazón de cada
uno de aquellos que aun no han dado cuenta ante Dios.
“Venid luego, dice Jahvé, y
estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca
lana”.
Isaías 1, 18
Cuando aceptamos a Jesús
como nuestro salvador, nuestra vestidura viene a ser como el traje blanco de Héctor, nuestro corazón es limpio y sin mancha delante de Dios y en ese momento
nuestro nombre es anotado en el Libro de la Vida.
“El que venciere será vestido de
vestiduras blancas; y no borraré su nombre del Libro de la Vida”.
Apocalipsis
3, 5
Estimado amigo, tú que me lees, acepta a Jesucristo
como tu Señor y Salvador para que puedas trajearte de vestiduras blancas y
participar de la Gran Cena de Dios.
“Si confesamos nuestros
pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda
maldad.”
1ra
de Juan 1, 9
Repite esta oración: Señor
Jesús, en este momento te pido que perdones mis pecados y me limpies de toda
maldad, hoy te acepto como Señor y Salvador de mi vida, anota mi nombre en tu
Libro de la Vida y quiero que vengas a morar en mi corazón a través de tu
Espíritu Santo, amén”.
“…Venid, y congregaos a la Gran
Cena de Dios”.
Apocalipsis
19, 17
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