Este es el cuento,
más bien la triste ¿o alegre historia? de una vieja gruñona y déspota que
trabajó en el IVSS (Instituto Venezolano de los Seguros Sociales) hace mucho
tiempo. A dicha institución de salud llegaba mucha gente necesitada de atención
y la mayoría de las veces iban con graves quebrantos de salud.
Aparte de su propia
enfermedad, los pacientes tenían que aguantar los desmanes, groserías y malos
tratos que les prodigaba la vieja bruja. Además no podían ni chistar o reclamar
porque si no, los dejaba de último, o sencillamente no los atendía, ¡la vieja
loca tenía la sartén agarrada por el mango!
Pasó su tiempo, como
todo, y se cumplió su jubilación ¡Alabado sea el Señor!, y por extraño
sortilegio, la vieja maltratadora pasó a ser una más de nosotros, ¡una común,
vulgar y silvestre persona! Sin ningún poder para vejar al prójimo.
Hoy día, cada vez que
voy al trabajo todas las mañanas y bajo la calle a esperar el carrito o
autobús, y los fines de semana que me paro temprano a buscar el periódico, mis
ojos no dan crédito a lo que ven, ¡pero allí está Cruela de Ville, en persona,
de cuerpo presente!
¡Quien la conoció no
lo creería!, dando más vueltas que una saranda alrededor de la cancha de
basquetbol de la placita y moviendo los brazos cual molino de aspas español,
con los pantalones de bartola, allí la pueden ver haciendo ejercicios
caminando.
¡Sólo que ahora está
completamente transformada en una dulce viejecita! Camina quete camina, pero
pendiente de todo aquel que pasa y se deshace en amores, saludos y atenciones,
aunque no conozca a quien saluda, pero igual saluda a Raimundo y todo el mundo
que ose pasar por allí.
Busca ser muy popular
y querida, aunque sea a fuerza de saludar gritando a todo aquel desprevenido
transeúnte o caminante que por allí pase, pues la mayoría no la conoce o va
absorto en sus propios pensamientos, que sólo por cortesía contesta con un
¡Buen día, señora!
¿Quién diría? ¡Las
vueltas que da la vida! ¿Yo me pregunto que podrá haber pasado en la vida de
esa señora, que ha dado ese vuelco tan grande? ¿Cómo es posible que eso haya
pasado?
¡La respuesta tal vez
sea el amor, si, no me queda de otra! Pues cerca de las 7 de la mañana viene su
príncipe con su gorra roja y lentes oscuros y luego de un tierno y lindo beso
de piquito se sientan a conversar, muy juntitos, cual dos tórtolos en un banco
de la plaza. Realmente es una escena muy conmovedora de una no tan tierna
pareja.
Esta es otra historia
común, de un gris personaje urbano, que, gracias a Dios, termina bien.
© Hernán Antonio Núñez
© Hernán Antonio Núñez
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