Tal día como hoy, la Iglesia católica conmemora el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa. El 27 de noviembre de 1830 la Virgen
Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina, y
se le apareció de esta manera: La Virgen venía vestida de blanco. Junto a Ella
había un globo reluciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió
sus manos y de sus dedos refulgentes salieron rayos luminosos que descendieron
hacia la tierra. María Santísima dijo entonces a Sor Catalina:
"Este globo que has
visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las
gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como
Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran
protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos
preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan".
Entonces alrededor de la cabeza de la
Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: "Oh María sin
pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y una voz dijo
a Catalina: "Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo.
Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen", y
apareció una M, sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María.
Es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa.
Miremos la Medalla y descubramos en
sus dos caras que se complementan el Mensaje esencial del Misterio de la
salvación.
Anverso de la medalla |
María Inmaculada, Madre de los
hombres.
María, mensajera, de la ternura de
Dios, se muestra en pie.
Viene hacia nosotros con las manos
abiertas y en actitud de acogida.
María es la sin pecado. Por eso
aplasta la cabeza de la serpiente.
Se lee una oración "Oh María sin
pecado concebida rogad por nosotros que recurrimos a vos".
Nos da a conocer que es la Inmaculada Concepción.
Reverso de la medalla |
El proyecto de amor de Dios hacia los
hombres.
La M coronada por la cruz: María está
íntimamente unida al misterio de la Pasión y de la Cruz de su Hijo, desde el
Pesebre hasta el Calvario.
Dos corazones: el de Jesús y el de
María. Representan la fuerza del amor que llega hasta la entrega total. María
entró plenamente en ese Misterio de Amor de nuestra redención.
Doce estrellas: Jesús estableció su
Iglesia sobre el fundamento de Pedro y sus Apóstoles.
El Arzobispo de París permitió
fabricar la medalla tal cual había aparecido en la visión, y al poco tiempo
empezaron los milagros.
(Lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que
es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos
a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).
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