El Día de Todos Los Santos
Es una fiesta católica que se celebra
en honor a todos estos, sean reconocidos o no. El Papa Urbano IV fue quien la
instituyó esta celebración para que los fieles pudieran "compensar
cualquier falta en las fiestas de los santos durante el año".
En los países de tradición católica, se celebra el 1 de noviembre, tal día como
hoy; mientras que en la Iglesia Ortodoxa se celebra el primer domingo después
de Pentecostés; aunque también la celebran las Iglesias Anglicana y Luterana.
En ella se venera a todos los santos que no tienen una fiesta propia en el
calendario litúrgico.
Este día se celebran a todos los
millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para
nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados
y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.
Comunión de los santos
La comunión de los santos, significa que
ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus
vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios,
lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La
intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con
Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a
nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio
al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por
el mundo entero.
Aunque todos los días deberíamos pedir
la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga
olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos
pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año se lo
dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión y ese
día es hoy, 1ro de noviembre.
Este día es una oportunidad que la Iglesia
nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser
santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente
hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a
Dios.
Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se
nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el
desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración
para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:
¿Como alcanzar la santidad?
- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.
Un poco de historia
La primera noticia que se tiene del
culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la
Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en
el año 156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del
contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana
veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una
celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas,
haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de
los mártires.
La veneración a los santos llevó a los
cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la
de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la
de San Sebastián, todos ellos en Roma.
Las historias de los mártires se
escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para
redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de
los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.
Cuando cesaron las persecuciones, se
unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado
testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir,
los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando
la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí
confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por
Cristo.
Más adelante, aumentaron el santoral con
los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba
testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto
y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a
las mujeres consagradas a Cristo.
Antes del siglo X, el obispo local era
quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo
necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo
una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de
canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.
El Concilio Vaticano II reestructuró el
calendario del santoral: Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se
sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos
santos, no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos
seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de
santidad, sino por el modelo de santidad que representaban: sacerdotes, casados,
obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas
(esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario
un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de
algunos).
Categorías de culto católico
Los católicos distinguimos tres
categorías de culto:
Latría o Adoración: Latría viene del
griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto
de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.
Dulía o Veneración: Dulía viene del
griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa
a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la
gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los
santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la
intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus
imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser
querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
Hiperdulía o Veneración especial: Este
culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los
santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora
nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes,
pero no con la adoración.
Fuente: Catholic.net
"Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna."
ResponderBorrarRomanos 6:22