Símbolo de la Vida
1.
Desde la antigüedad el atleta, el deportista, se ha tomado como un símbolo
noble del ser humano.
El Discóbolo, de Mirón |
Él busca superarse,
alcanzar metas, triunfar. Como todo hombre o mujer.
Para ello se prepara,
se disciplina, se somete a régimen en sus comidas, bebidas, horario, estilo de
vida. Como ha de hacerlo cualquier hombre o mujer para lograr la realización de
sus sueños.
Al atleta
indisciplinado se le da por descontado como un perdedor, más tarde o más
temprano..., aunque reúna las condiciones de un atleta triunfador!
2. En el
deporte se unen cuerpo y alma, apoyándose mutuamente.
“Mente sana en cuerpo
sano”, decía, a propósito del ejercicio físico, el poeta latino Juvenal (hacia
el 60-140 d. C.).
“El deporte consiste
en delegar en el cuerpo algunas de las virtudes más fuertes del espíritu: la
energía, la audacia, la paciencia”, afirmaba el francés Jean Giraudoux
(1882-1944).
El atleta es símbolo
de un cuerpo sano y bello. Con frecuencia los médicos, sicólogos o fisiatras,
mandan algún tipo de ejercicio para recuperar la salud física o mental y
fomentar la autoestima.
3. Ya
desde las olimpíadas griegas (776 a. de J. C.), los encuentros deportivos
fomentaban las relaciones humanas, la convivencia pacífica entre los pueblos,
el trabajo en equipo, la sana competencia, la superación, la recreación
comunitaria, la alegría, el saber ganar y perder.
Estos valores humanos
permanecen a lo largo de los siglos, en todas las latitudes y en todas las
culturas: donde no se practican juegos colectivos languidecen dichos valores y
los jóvenes pierden un magnífico espacio educativo. “En la mesa y en el juego
se conoce al caballero”, reza un proverbio popular.
4. Ha
habido una evolución en el premio, que simboliza el logro de haber alcanzado la
meta.
Para los antiguos este
premio era una corona. El atleta triunfador era aplaudido y coronado como un
héroe. Además, como representaba a su país, su triunfo era un triunfo
comunitario. Simbolizaba así, además, el valor de un pueblo. Se competía para
alcanzar una corona de mirto o laurel, o una medalla o trofeo de oro, plata y
bronce, y sobre todo, la corona, medalla o trofeo, expresión de la dignidad y
valía del ser humano y de un pueblo. En este tipo de premiación se acentuaba
“la calidad humana”. Esta concepción, de alguna manera, permaneció hasta bien
entrado el siglo XX.
Hermanitos Cori del Perú, recibieron reconocimiento en metálico de las autoridades. |
Ahora, al entrar el
siglo XXI, a los mejores atletas se le premia sobre todo, con dinero. Mayor
sueldo, símbolo de mejor atleta. Un deportista sentía orgullo en formar parte
del equipo que representaba su patria o su ciudad. En los tiempos actuales, se
cambia fácilmente al equipo que mejor pague, no importando su patria o su
ciudad. También la valoración en metálico de los atletas es símbolo del valor
que se da en nuestros días al dinero sobre otros valores.
5. San
Pablo empleó hermosamente y con profundidad la figura del atleta y del deporte,
sobre todo la carrera olímpica, en cinco de sus cartas para simbolizar la vida
cristiana. Fue uno de sus símbolos preferidos.
“Ustedes saben que en
una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien,
corran ustedes de tal modo que reciban el premio. Los que se preparan para
competir en un deporte evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen
por alcanzar como premio una corona que en seguida se marchita; en cambio,
nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita. Yo, por mi parte,
no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. Al
contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo
descalificado después de haber enseñado a otros” (I Corintios 9, 24-27).
“Si tienes un sueño, haz que pase” Maickel Melamed |
Es decisivo comenzar y
terminar bien la carrera, el proyecto de la propia vida. No detenerse en alguna
parte del camino. Decía Pablo a la comunidad cristiana de los Gálatas en
Grecia: “Comenzaron bien su carrera, ¿quién les puso obstáculos para no seguir
la verdad?” (Gálatas 5, 7).
Avanzar hasta llegar a
la meta: “No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que sea perfecto;
pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo me alcanzó
primero. Hermanos, no digo que yo mismo ya lo haya alcanzado; lo que sí hago es
olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está adelante,
para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir
por medio de Cristo Jesús” (Filipenses 3, 13-14).
Pablo, como buen
atleta, quería llegar a la meta y se esforzaba por no correr en vano (Gálatas
2, 2 y Filipenses 2, 16). Por eso, clamaba: “corramos con fortaleza”,
proponiendo a Cristo como modelo, que no se dejó vencer por los sufrimientos
hasta alcanzar su meta (Hebreos 12, 1-4).
Así en el atardecer de
su vida pudo escribir, como un triunfador, a su discípulo Timoteo: “Yo ya estoy
a punto de ser sacrificado; ya se acerca la hora de mi muerte. He competido en
la noble competición – he peleado el buen combate -, he llegado a la meta de mi
carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor,
el Juez Justo, me dará en aquel día” (I Timoteo 4, 7-8).
Autor:
Mons. Ramón de la Rosa y Carpio.
Arzobispo
Metropolitano, Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, R. D.
Yo puedo aceptar un fallo. Cualquiera puede fallar. Pero no puedo aceptar el no intentarlo.
ResponderBorrarMichael Jeffrey Jordan