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martes, 27 de agosto de 2013

Santa Mónica

Santa Mónica madre de San Agustín de Hipona

Por su vida personal, por su influjo en la vida de san Agustín y por sus posibilidades simbólicas santa Mónica merece un puesto de honor en el santoral cristiano. Su determinación, su entereza de ánimo, su inteligencia, su amor materno y su fidelidad a la Iglesia resultaron decisivas en la conversión religiosa de su hijo, uno de los mayores padres de la Iglesia y figura cimera de la cultura occidental. Y esa actitud la convierte en modelo perenne de esposas y madres cristianas. La Iglesia, al honrar su memoria, satisface en cierto modo la inmensa deuda que tiene contraída con tantas mujeres anónimas, que no sólo han preservado la fe de sus hijos, sino que los han conducido al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

Mónica nació el año 331 ó el 332 d. C., en Tagaste (África del Norte), el actual Souk-Ahrás argelino, a unos 100 km. de la ciudad de Cartago, en un familia acomodada, de raigambre cristiana y fiel a la Iglesia. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa pero de muy fuerte disciplina.

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad ("Mónica" significa dedicada a la oración y a la vida espiritual), pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero terriblemente malhumorado, además mujeriego, jugador , sin religión y ningún gusto por lo espiritual.


La hizo sufrir lo que no está escrito y por treinta años ella tuvo que aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar la mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por docenas de años.


Fórmula para no pelear

En aquella región del norte de África, donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero no la golpeaba nunca, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues....no peleamos". Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a millones de mujeres para mantener la paz en la casa.

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande con los pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras, y quizás por eso mismo logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo lo hiciera la suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautismo, murió santamente Patricio, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital del estado, la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba por sus progresos espirituales. Solo le importaba que sacara buenas notas, que brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los ejercicios físicos, pero acerca de la salvación de su alma, no se interesaba ni le ayudaba en nada. Y esto fue fatal para él, pues fue cayendo de mal en peor en pecados y errores.

Bautismo de Agustín de Hipona
por San Ambrosio de Milán
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven llevaba una vida poco santa. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó el propósito de hacerlo. 

Finalmente, se hizo socio de una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el Diablo. Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni floja, al volver su hijo de vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y le cerró las puertas, porque bajo su techo no quería albergar a enemigos de Dios.

Una visión 

Aparición del ángel a
Sta. Mónica,  Pietro Maggi
Pero sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje muy resplandeciente y le decía: "Tu hijo volverá contigo" y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo, lleno de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él. Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá ira a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta hábil respuesta impresionó mucho a su hijo, quien más tarde la consideraba como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437, aun faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

Por muchos siglos ha sido muy comentada la bella respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el Hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en el sueño, la llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal de arrepentimiento.

Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma a dar clases. Ya era todo un doctor. Mamá se propuso irse con él para librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada tramposa (de la cual se arrepintió mucho más tarde) Al llegar junto al mar le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola sola, pero Mónica no era mujer débil para dejarse derrotar tan fácilmente. Tomó otro barco y se dirigió a Roma.

La conversión del hijo 

San Ambrosio de Milán
En Milán, Mónica se encontró con el Santo más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él se encontró un verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando con prudentes consejos. Además, Agustín se quedó impresionado por su enorme sabiduría y la poderosa personalidad de San Ambrosio y empezó a escucharle con profundo cariño y a cambiar sus ideas y entusiasmarse por la fe católica.

Conversión de Saulo (Pablo) de Tarso
Y sucedió que en el año 387, Agustín, al leer unas frases de San Pablo sintió una impresión extraordinaria y se propuso cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía en unión libre, dejó sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en el África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche al ver el cielo estrellado platicando con Agustín acerca de cómo serán las alegrías que tendrían en el cielo ambos se emocionaban comentando y meditando los goces celestiales que los podían esperar. En determinado momento exclamó entusiasmada: "¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios". Poco después le invadió una fiebre, y en pocos días se agravó y murió. Lo único que pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 a los 55 años de edad.

Miles de madres y de esposas se han encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables.

Biografía
Mons. BOUGAUD, Historia de santa Mónica, León 1877A.
SÁNCHEZ CARAZO, Santa Mónica. La madre, Marcilla (Navarra) 1991
U. ÁLVAREZ, Santa Mónica. Retrato de una madre cristiana, El Escorial 1994
I. OJEDA, Comunidad Madres Cristianas Santa Mónica, Caracas 2000.


Carta que Santa Mónica inspiró a su hijo San Agustín
 desde el cielo para acercar un instrumento más
de consuelo y esperanza ante la muerte
 con la perspectiva de la eternidad.

1 comentario:

  1. Oh Santa Mónica, que por medio de tu amor, paciencia y oración obtuviste de Dios la conversión de tu marido y la gracia de vivir en paz con él; consigue para nosotros, te suplicamos, la bendición de Dios omnipotente, para que la verdadera armonía y paz reinen en las casas de todo el que esté leyendo esta nota y que todos los miembros de nuestras familias puedan alcanzar la vida eterna. Amén.

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