Santa Mónica madre de San Agustín de Hipona
Por su vida personal, por su influjo en
la vida de san Agustín y por sus posibilidades simbólicas santa Mónica merece
un puesto de honor en el santoral cristiano. Su determinación, su entereza de
ánimo, su inteligencia, su amor materno y su fidelidad a la Iglesia resultaron
decisivas en la conversión religiosa de su hijo, uno de los mayores padres de
la Iglesia y figura cimera de la cultura occidental. Y esa actitud la convierte
en modelo perenne de esposas y madres cristianas. La Iglesia, al honrar su
memoria, satisface en cierto modo la inmensa deuda que tiene contraída con
tantas mujeres anónimas, que no sólo han preservado la fe de sus hijos, sino
que los han conducido al servicio de la Iglesia y de la sociedad.
Mónica nació el año 331 ó el 332 d. C., en
Tagaste (África del Norte), el actual Souk-Ahrás argelino, a unos 100 km. de la ciudad de Cartago, en un familia acomodada, de raigambre
cristiana y fiel a la Iglesia. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa pero de muy fuerte disciplina.
Ella deseaba dedicarse a la vida de
oración y de soledad ("Mónica" significa dedicada a la oración y a la vida espiritual), pero sus padres dispusieron que
tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen
trabajador, pero terriblemente malhumorado, además mujeriego, jugador , sin
religión y ningún gusto por lo espiritual.
La hizo sufrir lo que no está escrito y por treinta años ella tuvo que aguantar los tremendos estallidos de ira de su marido que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar la mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por docenas de años.
Fórmula para no pelear
En aquella región del norte de África,
donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a
Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad,
pero no la golpeaba nunca, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin
compasión. Mónica les respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal
genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando el grita, yo me callo. Y
como para pelear se necesitan dos y yo no acepto la pelea, pues....no
peleamos". Esta fórmula se ha hecho célebre en el mundo y ha servido a
millones de mujeres para mantener la paz en la casa.
Patricio no era católico, y aunque
criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande con los
pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras, y quizás
por eso mismo logró su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su
esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se
hiciera bautizar, y que lo mismo lo hiciera la suegra, mujer terriblemente
colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado la
vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautismo, murió santamente
Patricio, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.
Patricio y Mónica se habían dado cuenta
de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron
a la capital del estado, la ciudad de Cartago, a estudiar filosofía, literatura
y oratoria. Pero Agustín tuvo la desgracia de que su padre no se interesaba por
sus progresos espirituales. Solo le importaba que sacara buenas notas, que
brillara en las fiestas sociales y que sobresaliera en los ejercicios físicos,
pero acerca de la salvación de su alma, no se interesaba ni le ayudaba en nada.
Y esto fue fatal para él, pues fue cayendo de mal en peor en pecados y errores.
Bautismo de Agustín de Hipona por San Ambrosio de Milán |
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17
años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez peores, de que el joven
llevaba una vida poco santa. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se
hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser
sanado de la enfermedad abandonó el propósito de hacerlo.
Finalmente, se hizo
socio de una secta llamada de los Maniqueos, que afirmaban que el mundo no lo
había hecho Dios, sino el Diablo. Mónica que era bondadosa pero no cobarde, ni
floja, al volver su hijo de vacaciones y empezar a oírle mil barbaridades
contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y le cerró las
puertas, porque bajo su techo no quería albergar a enemigos de Dios.
Una visión
Aparición del ángel a Sta. Mónica, Pietro Maggi |
Pero sucedió que en esos días Mónica
tuvo un sueño en el que vio que ella estaba en un bosque llorando por la
pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento se le acercaba un personaje
muy resplandeciente y le decía: "Tu hijo volverá contigo" y enseguida
vio a Agustín junto a ella. Le narró al muchacho el sueño tenido y él dijo, lleno
de orgullo, que eso significaba que ella se iba a volver maniqueísta como él.
Pero ella le respondió: "En el sueño no me dijeron, mamá ira a donde su
hijo, sino tu hijo volverá contigo". Esta hábil respuesta impresionó mucho
a su hijo, quien más tarde la consideraba como una inspiración del cielo. Esto
sucedió en el año 437, aun faltaban 9 años para que Agustín se
convirtiera.
Por muchos siglos ha sido muy comentada
la bella respuesta que un obispo le dio a Mónica cuando ella le contó que
llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a
sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió:
"Esté tranquila, es imposible que se pierda el Hijo de tantas
lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que había oído en el sueño, la
llenaban de consuelo y esperanza, a pesar de que Agustín no daba la menor señal
de arrepentimiento.
Cuando tenía 29 años, el joven decidió
ir a Roma a dar clases. Ya era todo un doctor. Mamá se propuso irse con él para
librarlo de todos los peligros morales. Pero Agustín le hizo una jugada
tramposa (de la cual se arrepintió mucho más tarde) Al llegar junto al mar le
dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un
amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola sola,
pero Mónica no era mujer débil para dejarse derrotar tan fácilmente. Tomó otro
barco y se dirigió a Roma.
La conversión del hijo
San Ambrosio de Milán |
En Milán, Mónica se encontró con el
Santo más famoso de la época, San Ambrosio, arzobispo de esa ciudad. En él se
encontró un verdadero padre lleno de bondad y de sabiduría que la fue guiando
con prudentes consejos. Además, Agustín se quedó impresionado por su enorme
sabiduría y la poderosa personalidad de San Ambrosio y empezó a escucharle con
profundo cariño y a cambiar sus ideas y entusiasmarse por la fe católica.
Conversión de Saulo (Pablo) de Tarso |
Y sucedió que en el año 387, Agustín, al
leer unas frases de San Pablo sintió una impresión extraordinaria y se propuso
cambiar de vida. Envió lejos a la mujer con la cual vivía en unión libre, dejó
sus vicios y malas costumbres. Se hizo instruir en la religión y en la fiesta
de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Agustín, ya convertido, dispuso volver
con su madre y su hermano, a su tierra, en el África, y se fueron al puerto de
Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba
es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y
sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche al ver el cielo
estrellado platicando con Agustín acerca de cómo serán las alegrías que tendrían
en el cielo ambos se emocionaban comentando y meditando los goces celestiales
que los podían esperar. En determinado momento exclamó entusiasmada: "¿Y a
mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte
cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios". Poco
después le invadió una fiebre, y en pocos días se agravó y murió. Lo único que
pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma.
Murió en el año 387 a los 55 años de edad.
Miles de madres y de esposas se han
encomendado en todos estos siglos a Santa Mónica, para que les ayude a
convertir a sus esposos e hijos, y han conseguido conversiones admirables.
Mons.
BOUGAUD, Historia de santa Mónica, León 1877A.
SÁNCHEZ
CARAZO, Santa Mónica. La madre, Marcilla (Navarra) 1991
U.
ÁLVAREZ, Santa Mónica. Retrato de una madre cristiana, El Escorial 1994
I.
OJEDA, Comunidad Madres Cristianas Santa Mónica, Caracas 2000.
Carta que Santa Mónica inspiró a su hijo San Agustín
desde el cielo para acercar un instrumento más
de consuelo y esperanza ante la muerte
con la perspectiva de la eternidad.
Oh Santa Mónica, que por medio de tu amor, paciencia y oración obtuviste de Dios la conversión de tu marido y la gracia de vivir en paz con él; consigue para nosotros, te suplicamos, la bendición de Dios omnipotente, para que la verdadera armonía y paz reinen en las casas de todo el que esté leyendo esta nota y que todos los miembros de nuestras familias puedan alcanzar la vida eterna. Amén.
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