¿Sabe usted, de donde proceden algunas expresiones populares, refranes, frases y palabras que usamos comúnmente?
Aquí en Venezuela usamos expresiones coloquiales como palabras, frases, refranes y dichos que no se consiguen en ningún diccionario. El origen de algunas es muy antiguo, muchas vienen de vocablos en otros idiomas que fueron introducidos por inmigrantes y que nosotros hemos asimilados como nuestros.
Hoy, voy a comentarles algunas de estas expresiones venezolanísimas…
Vete al carajo:
Según se dice que “carajo” era el nombre que se le puso al espacio ubicado en la parte más alta de los mástiles de las antiguas carabelas españolas. Era una especie de canasta, que servía como puesto de observación, desde el cual los vigías oteaban el horizonte en busca de naves enemigas, puntos de ubicación o lugares hasta donde querían llegar.
Por otro lado, los marinos de aquellas épocas, asociaban al mástil y dicha canastilla, con el órgano sexual masculino, (supongo que por lo erecto).
En aquel lugar, el más alto del mástil y el más inestable de la nave, se sentía en mayor magnitud, el movimiento lateral realizado por un barco de vela, de acuerdo al movimiento del mar.
El marino que era enviado a permanecer como vigía, luego de apenas un par de horas, bajaba totalmente mareado; lo que era considerado como un duro castigo y servía para dar escarmiento a quienes cometían alguna infracción a bordo.
De ahí parece surgir la expresión: "Váyase al Carajo", como interjección para expresar un desacuerdo con alguien. Pero igualmente, también se acuñó otra expresión: "Ese tipo está del Carajo", cuando algunos marinos, podían permanecer impasibles y tolerar sin mayores problemas los movimientos del barco, aun ante las peores tempestades.
Echarse los palos:
Cuando el presidente José Gregorio Monagas eliminó la esclavitud en Venezuela, en el año 1854, los hacendados tenían que por fuerza pagarle a los peones por su jornada de trabajo, estos consideraban que entregarles monedas de plata (en ese tiempo las monedas eran literalmente de plata) a estas personas no era conveniente para ellos, así que se inventaron una forma mas cómoda, mandaron a hacer unos palillos con el sello de su finca y le entregaban estos, de tal manera que ellos pudieran ir a las bodegas (las cuales también eran de los hacendados) del pueblo y canjearlos por alimentos.
Como suele suceder a muchos de ellos no les interesaban tanto los víveres, en vez de esto le decían al bodeguero: dame un "palito de miche (ron, aguardiente, caña clara, etc.)", es decir, su equivalente en licor y de allí se derivó esta expresión.
El coño de tu madre:
Es una expresión soez, vulgar y despectiva utilizada para ofender a otra persona. Los españoles le dicen coño a la vagina de las mujeres. Es un insulto para alguien que le hagan referencia a los genitales de su progenitora, teniendo esto implicaciones sexuales, puede tomarse como la idea de haber tenido relaciones sexuales con ella. Lo que la convertiría en una cualquiera, es decir una mujer de mal vivir.
Cada loco con su tema:
Cuando una persona dice o expresa una idea particular que genera asombro entre los demás, se dice esta frase para indicar que cada cual puede pensar lo que desee. Frase muy apropiada en estos tiempos donde hay personas que tratan de controlar hasta el pensamiento de los demás, buscando hasta de eliminar la libertad de pensamiento que tiene cada quien.
Usualmente se utiliza cuando alguien está contando un chisme (una historia indiscreta de otro), y el interlocutor pregunta "¿de quién estamos hablando?", se dice este refrán para ocultar la identidad de los protagonistas de la historia.
Mas es la bulla que la cabuya:
Esta frase se le dice a los que hablan mucho pero hacen poco, como la mayoría de politiqueros que ayer y hoy nos han gobernado, o como diríamos "un fanfarrón". Bulla es sinónimo griterío o ruido y cabuya es un hilo grueso o cordel. Este refrán es similar en el fondo al que dice "Mucha bomba y poco chicle”.
Refrán que explica a través de la sabiduría popular el legado genético de los padres, especialmente sus virtudes, aunque tristemente también sus defectos. Es parecido a otro refrán que reza "De tal palo, tal astilla", y se refiere expresamente al parecido entre padres e hijos.
Loro viejo no aprende a hablar:
La conseja popular utiliza esta expresión para significar que es más fácil enseñar a los niños desde pequeños (desde cero) porque así no llevan ningún vicio de crianza previa. Está relacionado con la edad, generalmente se lo dicen las personas mayores cuando deben aprender a realizar una nueva tarea.
Se supone que si de joven no lo aprendió, de viejo no lo hará. Refrán que por cierto no es muy sabio que se diga aunque si muy generalizado; en contraposición está la expresión común “Las he visto más viejas y se han casado”.
Más sabe el diablo por viejo, que por diablo:
En este caso, quiere decir que la experiencia de una persona vale más que la malicia que pueda tener. Generalmente es una frase que utilizan los mayores para indicar que dado que han vivido más que los jóvenes, tienen mayores conocimientos sobre la vida.
En rastrojo viejo siempre hay batatas:
Como rastrojo se conoce un conuco o huerto deforestado, que ya no está activo; y batata, aunque se le asocia a la pantorrilla de la pierna, en este caso es un tubérculo de sabor dulce. Equivale a decir, "Donde hubo afecto, fácil es que renazca", o "Donde hubo fuego, cenizas quedan", y los tres refranes indican que a pesar de que una relación haya terminado, podría volver a comenzar.
Lo dice quien advierte a otro sobre algún asunto, para que esté atento de lo que sucede a su alrededor, como también solemos decir: “Hay que estar pilas”, o sea prestos, alerta.
Gallo que no repite no es gallo:
Frase que pertenece al ámbito de las galleras, lugares donde se realizan las peleas con estos animales, principal entretenimiento de muchos venezolanos que por lo general habitan en zonas rurales.
En su interpretación, se considera que una persona con carácter fuerte debe ganar más de una pelea. De esta manera demostrará que es un verdadero líder.
Amor con hambre no dura:
Las madres de Venezuela generalmente dicen esta frase a sus hijas cuando saben que están enamoradas, mas cuando pretende casarse con un hombre que no tiene suficiente dinero o un trabajo estable para atender sus necesidades, para todas las madres, del mundo imagino, pero especialmente para las venezolanas, “ningún hombre es bueno para la hija”. La frase nos recuerda sabiamente que por más amor que exista entre dos personas, si no hay dinero, el afecto durará poco tiempo.
Es bueno el cilantro, pero no tanto:
Esta es una frase que se utiliza en muchos países latinos, es parecida a la frase "Ni tan calvo, ni con dos pelucas", quiere decir que todo debe estar en su justa medida, es decir, equilibrado: ni mucho, ni muy poco, y quizás viene de nuestro gusto por el cilantro picadito para darle un toque especial a nuestras sopas y sancochos.
También en este contexto esta la frase "Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre", para significar lo mismo.
El que nace barrigón, ni que lo fajen chiquito:
La palabra barrigón en algunos lugares se cambia por marutón, aumentativo de maruto, como también llaman al ombligo especialmente en los estados occidentales.
Sabiamente nos dice que es imposible torcer el rumbo de la naturaleza, o nos expresa la duda de que una persona modifique una conducta ya formado, si no fue corregido desde pequeño. Equivalente a decir, "Árbol que nace torcido, jamás su rama endereza".
Jala bola:
En épocas pasadas, a los presos que trabajaban fuera de la cárcel (generalmente haciendo calles) se le colocaba una bola de hierro muy pesada, las cuales aseguraban con un grillete a los pies del reo, para evitar su fuga.
Y ayer como hoy (ejemplo los pranes) la peligrosidad de algunos de ellos los ponía a la cabeza de los estratos de los reclusos y los que ocupaban los escaños más bajos, le llevaban la bola a su superior (al pran de hoy) para que éste no hiciera esfuerzos en jalar la bola y así ganarse los favores del jefe, es decir se convertía en su jalabola.
Jala mecate:
Se dice que esta expresión equivale a la de: jalabola. Hay, sin embargo, una sutil diferencia entre ambas: jalamecate es, algunas veces, más benévola que jalabolas; está casi siempre se emplea en sentido despectivo, para referirse a la adulancia rastrera e indigna, y el jalabolas es el adulante servil, que se arrastra ante el poderoso en pro de un beneficio personal o de grupo.
En cambio, si bien el jalamecate con frecuencia actúa de ese mismo modo, a veces el jalamecatismo se practica en forma menos oportunista, hasta de manera gratuita, más por el solo placer, morboso desde luego, de adular, que para conseguir un beneficio material o moral. Incluso no es extraño que las expresiones jalamecate y jalamecatismo se usen en tono humorístico, para hacer chistes, hasta a costillas del mismo que las emplea, lo cual difícilmente ocurre con jalabolas, siempre más ofensivo.
Jalamecate fue bien estudiado por el maestro Ángel Rosenblat. En su imprescindible “Buenas y malas palabras” dice lo siguiente: “Jalar mecate ha sido uno de los verbos más conjugados en el último tiempo.
El país ha presenciado un desenfrenado derroche de jaladera de mecate, por lo común bien remunerada: 'Está jalando mecate para que le den una embajada', 'Se acomodó en el gobierno porque le gusta jalar mecate', 'El discurso fue una jaladera de mecate repugnante”. Lo dice en un artículo de El Nacional el 16 de febrero de 1958. (Buenas y malas palabras. Biblioteca Ángel Rosenblat. Vol. II. Monte Ávila Editores. Caracas; 1989. p. 194).
En cuanto al origen de jalamecate, Rosenblat no cree que venga de los tiempos del Libertador, como se ha dicho con insistencia, en referencia a los subalternos de este que, en actitud adulante, mecían su hamaca cuando el Bolívar descansaba. Rosenblat se basa en que nunca ha sabido que, sobre todo en los Llanos, la acción de mecer la hamaca o el chinchorro se llame jalar mecate. Por ello concluye diciendo, con su sutileza irónica habitual, que “nos parece que Bolívar no tiene ninguna responsabilidad en la jaladera de mecate” (Ibídem; p. 197).
Él parte del hecho de que el verbo jalar es el mismo “halar” pronunciado en castellano, con la “h” aspirada, es un rasgo característico de nuestro idioma, “Era voz marítima que significaba tirar de los cabos o amarras. De la terminología marina pasó al habla general, en gran parte de España y América” (Ibídem. p. 195).
De ahí que, para él, la expresión jalar mecate es, o fue, propia del ambiente marinero. “Jalar mecate”, dice, “es tirar de una cuerda, cosa que hace uno para atraer una embarcación o algún [otro] objeto” (Ibídem; p. 197).
De jalar el mecate para atraer el barco se habría pasado a otros usos parecidos, y de estos a la expresión actual de adular servilmente al poderoso, como para atraérselo el jalador para su beneficio. Ampliación semántica bastante verosímil, y hasta común en la lengua castellana.
Sucucho:
Esta palabra ya poco se escucha, sólo en boca de abuelos, ha sido desplazada por otras que tienen el mismo significado, ya que para nosotros esto representa un espacio muy chiquito, pudiendo ser una habitación o una vivienda de mínima extensión, por lo tanto también se usa como sinónimo de muy pequeño. Llega a nuestra habla desde el entorno náutico donde se le señala de esta manera a los rincones estrechos que quedan en las partes donde se ligan las armazones del mismo. “Eufracia compró un sucucho de casa en la polar” “El cuarto de Canuto es sucucho”
Guachimán:
Es otra de las muchas palabras del habla inglesa se han incorporado al vocabulario del venezolano, siendo estás muchas veces más comunes que su equivalentes en español, gracias a la influencia de los estadounidenses que vivieron en el país en los inicios de la explotación petrolera a mediados del siglo XX. Guachimán proviene de la expresión norteamericana "watch-man" que significa: "hombre que observa", alerta, haciéndose común al referirse a los vigilantes de oficio.
Na guará:
¡Na' guará de buena! |
La historia indica que todo empezó porque hubo una especie de loro, muy locuaz que se le llamaba guaro y que solo se le veía en la ciudad de Barquisimeto y cuando se dejaba ver de la gente formaba tal algarabía que las personas no podían menos que admirarse y de ahí se acostumbró a usarla como un signo de admiración por algo.
Por la bulla que formaban se podía asumir que eran varias aves, “o sea una guará! De donde devino en lo que hoy conocemos como “Na’ guará”. Lamentablemente esta ave se extinguió...
École cua:
Es una manera de decir "exacto", deriva del italiano eccoli qua = acá están, en España se dice "equili cuá” lo cual se fue haciendo costumbre por la gran cantidad de inmigrantes italianos que montaban negocios, mayormente panaderías, que al cobrar si el pago era exacto le decían al cliente su respectivo "ecole cua" en señal de satisfecho con el pago dado.
Ni pa' amarrá un gallo:
Así, no queda "ni pa' amarrá un gallo"
Se utiliza cuando no sobró nada, cuando todo lo que se dispuso se utilizó por completo y se generalizó primero entre los criadores de gallos de peleas, afición un tanto popular en Venezuela. Amarraban en una estaca, al ras del suelo, para que las aves no se enredaran. “Y allí no quedó ni pa’ amarrá un gallo”. Es decir...cuando algo quedó bien hecho, no sobró nada, le quedó justo...
Mamador de gallo:
En las peleas de gallo un buen observador podía observar en ocasiones al criador literalmente chupar el pico el gallo herido con el propósito de evitar que el animal se ahogue por coágulos de sangre causados por las heridas internas. Del mismo modo en esa particular afición de peleas de gallos se libaba un licor casi que casero (lavagallo) y el criador aprovechaba de rociar con su boca ese alcohol etílico en las heridas y el ave recobraba a medias su vitalidad y podía continuar en pelea, pero dicha acción debía hacerse con mucha habilidad para que el criador del gallo contrario no se diera cuenta, pues era tildado de tramposo.
De allí deriva a que el mamador de gallo es un tramposo, y se burla del contrincante y se fue asociando al vacilón o la echadera de chistes.
Me importa un bledo:
Utilizamos esta expresión cuando la situación que lo origina nos importa muy poco o nada, En algunos casos el valor de lo nombrado explica el desinterés que pueda acarrear, por ejemplo el "bledo" es una planta salsolácea de tallos que llegan hasta el suelo, los cuales son comestibles pero realmente poco apreciados.
Esta expresión se ido generalizando a “comino, rábano, pepino, pito” por cosas que se pueden conseguir muy fácilmente.
Esnobor:
Con este término denominan en algunos pueblos del oriente venezolano al popular "raspado" o "cepillado". Se dice de una familia de turistas norteamericanos que vivió un tiempo en la Isla de Margarita, y cuya residencia era asiduamente visitada por un "raspadero" en horas del mediodía.
Pues bien, parece que la niña de la casa formaba tal escándalo a su madre para que le comprara un "raspao" que el resto del pueblo acuñó su petición como vocablo genérico para referirse a tal preparación. La niña le gritaba a su madre, en inglés, "SNOW BALL, SNOW BALL" (ing.: Bola de nieve), que era en vocablo gringo como la niña mejor podía definir esa deliciosa y refrescante forma de aliviar el calorón vespertino.
Claro está, los pueblerinos margariteños "retorcieron" la frase hasta derivar en el hoy ya popular "esnobor" orientarrrrrrrrrrr.
Quicio:
En nuestro país es una especie de escalón de acceso a una puerta, especialmente a la puerta de entrada a la casa, que era donde generalmente estaba dicho escalón. Pero la definición que de la palabra «quicio» nos da el DRAE, es muy distinta: «Parte de las puertas o ventanas en que entra el espigón del quicial, y en que se mueve y gira». «Quicial: madero que asegura y afirma las puertas y ventanas por medio de premios y bisagras, para que girando se abran y cierren». Es decir, «quicio» es, en la lengua general, el lugar donde entra y se apoya el eje de las puertas y ventanas sobre el cual éstas se mueven para abrirse o cerrarse.
Aunque el diccionario no lo precisa, se supone que son dos los quicios, uno arriba y otro abajo. Pero en casi todos los pueblos de Venezuela, «quicio» es otra cosa, como ya hemos visto. Sin embargo, este uso no lo registra ninguno de los diccionarios y glosarios de venezolanismos conocidos.
Arepera y arepería:
Estas palabras no aparecen el diccionario de La Real Academia Española, esto es porque hay muchos regionalismos hispanoamericanos que no figuran en el referido diccionario, lo que no las invalida como palabras legítimas en aquellas zonas donde se usen. Arepera y arepería son de uso muy local, aparecen registradas en diccionarios venezolanos, por ejemplo: en el Diccionario del habla actual de Venezuela (Rocío Núñez y Francisco Javier Pérez, Caracas, 2002) y en el Diccionario de venezolanismos (María Josefina Tejera y colaboradores, Caracas, 1993).
Se emplean ambas con el significado de 'establecimiento en donde se hacen, venden o sirven arepas'; además, arepera (no arepería) puede referirse a 'una mujer que hace arepas', y en la región del Zulia también a 'mujer homosexual, al igual que cachapera'.
Guarapo:
La palabra "Guarapo" proviene de la palabras inglesas "water pot" (envase para tomar agua o pote de agua). En la época del "boom" petrolero en Venezuela, los ingleses y norteamericanos que explotaban nuestro petróleo se referían a este envase para tomar agua. Los criollos con el tiempo lo asociaban con cualquier líquido que se tomaba en ese envase lo cual originó la palabra "Guarapo".
La cola:
Los autobuses de mediados de siglo XX tenían un torniquete que marcaba el número de pasajeros que utilizaba el servicio y el cual se cotejaba al final de la jornada con el dinero que tenía el chofer. Cuando el chofer quería llevar a alguien (de cortesía) sin cobrarle le hacía subir por la cola del autobús, es decir la puerta trasera -la de salida- a fin de que no marcara el torniquete.
Con el tiempo los muchachos empezaron a solicitar directamente la cortesía de viajar gratis diciéndole al chofer que los dejara entrar por la puerta trasera, la de la cola... o sencillamente "¿la cola?". Este es el verdadero origen de esta expresión que se comenzó a usar en el siglo XX.
Dame la colita:
En época de la independencia se libraban batallas y no había suficientes caballos como para que todos los soldados montaran en uno. Así que gran parte de los soldados, sé veían en la necesidad de cubrir grandes distancias a pie.
Por eso, cuando les tocaba subir una pendiente, le solicitaban al soldado que iba a caballo, mula o burro: “dame la colita”, en otras palabras, dame permiso para agarrarme de la cola del animal y subir con menos esfuerzo la cuesta. Se quedó para siempre 'Dame una colita'.
Gran cacao:
Es un venezolanismo histórico y se originó de una situación socioeconómica. Durante la Colonia, el cacao venezolano era muy apreciado y su cultivo y exportación constituyó la mayor fuente de riqueza de Venezuela. Los dueños de haciendas eran muy ricos y eventualmente compraban Títulos nobiliarios, por eso a ellos se les llamaba «grandes cacaos». Todavía hoy se le dice así a la persona adinerada y con influencias.
A las personas arrogantes o fanfarronas que aparentan ser lo que no son en realidad se les suele decir: “Se las da de gran cacao y no llega ni a borra de café”.
Espitao:
La utilizamos cuando corremos o salimos velozmente, cuando andamos muy rápido. Se origina a partir de las palabras gringas "Speed Out", que en inglés quiere decir eso mismo, correr mucho, o sea salió "espitao".
Échale pichón:
En Venezuela, cuando se le pide un esfuerzo adicional a alguien para desarrollar alguna tarea que requiere algún esfuerzo se le dice ¡échale pichón! En la época en la que no había acueductos ni sistemas de de distribución del agua, ésta se extraía con bombas manuales que tenían una palanca en la cual estaba inscrita las palabras 'Push On'.
La utilización de esta palabra para decir que pusieran a funcionar las bombas, derivó en pichón. "Échale pichón" era: Dale a la bomba.
Corotos:
Jean Baptiste Corot Autoretrato |
Antonio Guzmán Blanco, quien fue tres veces presidente de Venezuela tuvo una educación con fuerte influencia francesa, fue diplomático acreditado en ese país. En su estadía por el país europeo, su mujer se aficionó mucho por las pinturas del pintor francés, Jean Baptiste Corot, teniendo una respetable colección, de la cual no se separaba.
Cuando vivían en Caracas, cada vez que se mudaban de casa, cosa que hicieron con mucha frecuencia, le indicaba a los empleados que embalaban los enseres: Tengan mucho cuidado con los 'Corots', es decir las pinturas. Los empleados fueron generalizando el orden convirtiendo en 'corotos' toda clase de cosas propias de una casa.
Macundales:
Para abrir picas, en el proceso de exploración de la industria de los hidrocarburos en Venezuela, se utilizaron unos machetes ingleses de marca "Mack & Dale".
Los trabajadores, le dieron el nombre de la pronunciación Macundale; cada día, a la hora de terminar la faena, decían: llegó la hora de recoger los Macundales (machetes) y así se ha quedado, hasta el sol de hoy; recoger tus macundales significa entonces recoge tus cosas y vete.
Hijo de la panadera:
En abril de 1769, la Corona Española del territorio colonizado, hoy Venezuela, recibió una inusual protesta, pues no estaban de acuerdo con el nombramiento de un joven blanco como Oficial de las Milicias, esgrimiendo como argumento la dudosa reputación de éste, porque su madre ejercía el oficio de panadera en Caracas.
De allí se quedó el refrán, que se usa aún muchísimo. ¿A mí no me van a dar nada? Ni que yo fuera el hijo de la panadera. (¿Saben quién era este hijo de la panadera? nada más y nada menos que el “Precursor de América”, Don Francisco de Miranda”).
Güevón:
Esta palabra muy de moda coloquialmente, hacía referencia en las zonas rurales y el campo a los animales de granja que tenían los genitales muy grandes esta deformidad los hacía torpes y de lento andar; tal defecto se le fue acuñando a las personas perezosas, macilentas o tontas (estas glándulas másculinas anteriormente se le decían huevos, aun en otros paises se les dice así, hoy día se le dice bolas y güevo al órgano viril).
El origen de esta frase data de los felices años 20, una época mágica porque España no se había metido en la guerra mundial y tuvo una postguerra muy feliz. Los españoles conocieron el hedonismo, la buena vida y se incrementó el vicio del tabaco inhalado (el conocido rapé).
Todos los hombres que se preciaban de elegantes llevaban en su bolsillo un bonito recipiente, en forma de caja, donde había polvo de tabaco (rapé), que se intercambiaba como signo de cortesía ¿quieres echar un polvo? Pero como era de mala educación inhalarlo ante señoras, los hombres cuando sentían el síndrome de abstinencia salían del salón, con la excusa de echar un polvo.
Pero muchas veces dicha ausencia no era exactamente para inhalar rapé, sino para tener un encuentro con alguna damisela en las habitaciones altas que tenían todas las casas de "buena familia" y se excusaban diciendo: -voy a echar un polvo- y se perdían por las habitaciones donde se conseguían con su amante para un encuentro sexual. Ya ven que, finalmente, "echar un polvo" sigue siendo un placer y no una expresión vulgar!!!
Los arroceros:
Normalmente son los que echan el arroz en una boda, aunque, acá se les denomina así a los coleones de oficio, específicamente en las fiestas. La cuestión es ¿Por qué Arroceros? No se sabe a ciencia cierta, tal vez porque son como los granos de arroz (o sea muchos), o porque se filtran entre una gran multitud.
Un "arrocero" es un especialista en infiltrarse en eventos sociales con la gran facultad y habilidad destacable de no ser detectado y pasar desapercibido, con la gran finalidad de: tomarse la caña y comerse la comida del ya sea cumpleañero u homenajeado. Es ir a donde no los invitan, entrar a una fiesta que ni saben de quién es.
Siempre hay dos tipos de arroceros: Los profesionales, que se infiltran y se hacen amigos de la gente, dan sentido de pertenencia al grupo y aunque nadie sabe quién es esa persona, cae bien así que, ¿Qué más da? Los segundos son los novatos, inexpertos, los que apenas se están iniciando en éste mundo y que no conocen bien el arte de ser arrocero. Tienden a ser reconocidos, y cuando les preguntan ¿Quién eres tú?, ¿Quién te invitó?, no les queda otra que inventar algo tipo “ehh, bueno yo vine con... ehh, esteee...”, y terminan botándolos del evento, sea por la buena manera o a patadas.
Según Aquiles Nazoa, lo de arroceros es porque en los años 40's y 50's en nuestra Caracas, se acostumbraba servir arroz en las fiestas, y era usual escuchar: "Epa mi llave, donde las Martínez hay un arroz esta noche" O bien " Mañana hay un arrocito en la casa de fulano de tal". De ahí se extendió el uso.
Chamo:
El "chamo" Joseph declamando |
Hay muchas palabras de uso común provienen de la influencia anglosajona, primeramente introducidas por los ingleses que lucharon en la gesta independentista con Páez (que vino acompañada por las lecciones que nos dieron y que hicieron de nuestros habitantes grandes conocedores del whisky y del arte de hablar güebonadas) así como por una segunda oleada de barbarismos que le sobrevino, tras la llegada de los norteamericanos que se establecieron a trabajar en los campos petroleros a mediados del siglo veinte.
Chamo puede ser uno de estos casos. Esta palabra es muy posible que se derive del original "chum", que en inglés significa "amiguito", compañero o condiscípulo, de ahí expresiones como “Ay chamo”, que se usa con un amigo para expresarle “mira lo que hiciste”
Pana:
Con mis "panas" Tirso y Eduardo |
El origen de esta expresión se le atribuye a la palabra anglosajona "partner" cuya traducción es “compañero, camarada, amigo”. Su uso es muy extendido, sobre todo en los guetos del Bronx, Harlem, en los Estados Unidos y también entre los motorizados y jóvenes de San José, el 23 de Enero, Simón Rodríguez, Petare, El Guarataro y muchas barriadas de Venezuela... "Ese chamo es tremendo pana". En Colombia se usa el “parce”.
Pabellón criollo: (gastronomía)
Una tierna leyenda nos dice que las manos delicadas y recias de una mujer venezolana de gran temple, esposa y madre Joaquina Sánchez, casada con España, haya bordado por primera vez el cuatricolor glorioso, anticipo del pabellón mirandino, adicionando con una franja blanca (el arroz) representando a la vez las cuatro provincias: Caracas, Maracaibo, Cumaná y Guayana; las cuatro vertientes de sus patriotas: Pardos, Negros, Blancos e Indios; los cuatro derechos: Libertad, Igualdad, Propiedad y Seguridad; todo signo también de la tetralogía principista que componen: Justicia, Autonomía, Concordia y Unión.
Nosotros quienes hemos tenido la oportunidad de saborearlo conocemos el delicioso contraste de sabores y texturas que brindan el arroz blanco, la carne mechada, las caraotas (frijoles negros) y las tajadas de plátano maduro fritas. A veces el plato se acompaña con un huevo frito encima (pabellón a caballo) y a veces se acompaña con algunas lonjas de aguacate, aunque el plato original consta de los cuatro ingredientes básicos: arroz, carne, caraotas y tajadas y es acá donde se encuentra la clave.
Esos cuatro ingredientes y sus colores coinciden con los cuatro grupos raciales en que se dividía la sociedad venezolana durante la colonia: el arroz representa a los blancos, las caraotas a los negros, las tajadas a los indios y la carne a los pardos, llamados así a aquellos cuya raza resultó de la mezcla de las tres anteriores (los mestizos, mulatos y zambos, por ejemplo).
Macán:
Hubo un ingeniero escocés llamado McAdam que creía que el método apropiado de romper las rocas para que sean útiles y hacerlo rápidamente era tener personas sentadas y empleando martillos pequeños romper las rocas pero que ninguna tuviera más de seis onzas de peso. También escribió que la calidad de la carretera dependería de que tan cuidadosamente se esparcieran las rocas en la superficie, una palada a la vez.
Ustedes se imaginaran que andar construyendo carreteras, con pedacitos de roca, era mucho trabajo... después llegó el automóvil y se comenzó a echarle asfalto encima a las carreteras "tipo McAdam" para controlar el polvo.
Estas técnicas de hacer carreteras y calles llegaron a Venezuela, donde McAdam se volvió, macadam y ésta en "Macan". Entonces como este trabajo era muy incómodo y fastidioso. Por asociación cuando alguien se pone muy fastidioso le decimos: ¿Vas a seguir con ese macán?
Párame bolas:
Comúnmente entendido como una grosería referente a los testículos, en realidad tiene su origen en la afición venezolana por el beisbol. Cuando un par de amigos equipados con par de guantes y una pelota juegan a atajarla alternadamente (picharse).
Si alguno de ellos se distrae por alguna razón (seguramente por una linda chica que está pasando por allí), el juego se entorpece. Al dejar de parar la bola con su guante por distracción deja también de hacerle caso a su compañero de juego, provocando en éste una reacción ante esa desatención momentánea.
En este juego tan popular debes tener todos los sentidos puestos en la bola, es decir hay que estar atentos, o sea, hay que "parar bolas".
Pela bolas:
Tiene el mismo origen en el argot beisbolero, se refiere a un mal atajador, alguien evidentemente sin futuro en el beisbol. Los niños en las escuelas cuando no son buenos en este popular juego, dejan de ser populares y son presa de burlas de aquellos que si tienen reflejos rápidos, son unos pela bolas, unos güevones pues!
Gozar un puyero:
Frase infantil que proviene de la época venezolana en la que el dinero valía mucho. A mediados del siglo XX había la costumbre de regalarles monedas a los chicos para que compraran caramelos en la bodega, especialmente cuando venían los tíos de visitas.
Para los otrora niños era un acto muy emocionante ya que los padres no tenían esta costumbre, así que nunca había dinero efectivo. Si eran muchos tíos, mejor aún! más moneditas. Esas monedas para un adulto no eran mucho, pero para los infantes era una fortuna, se podía comprar todo tipo de chucherías con ellos.
La moneda de menor valor era de 5 céntimos, aunque habían de mayor valor (lochas, medios, reales, fuertes), “la puya” era la de menos valor (valía 5 céntimos) y era la más común en ser regalada.
Gozar ese dinero era una de las cosas más divertidas de ser niño en aquella Venezuela que no volverá. A las puyas también se les decía CHIVAS, de allí el que tuviera más chivas se le decía: Chivato, o sea, el tipo de dinero, el papá de los helados.
A llorar al valle:
Expresión coloquial utilizada indistintamente para expresar una pérdida o enrumbar a un extraviado. La misma fue popularizada a partir de un hecho anecdótico ocurrido en el año 1674 cuando el Obispo de Caracas realizara una visita pastoral a esta región.
En virtud de unas festividades ocurridas días antes de esta visita y durante las cuales, se realizaron diversas actividades que incluyeron la presentación de un grupo infantil denominado “Los Diablitos de El Valle de la Pascua” danzando un baile llamado “La Llora”, acto que al parecer fue del agrado del Obispo, el señor Obispo fue nuevamente invitado por el párroco de El Valle para que visitara la zona y bautizara a algunos de sus pobladores, asegurándole éste que allí se presentarían de nuevo “Los Diablitos”, a lo que el Obispo respondió: “Pues vamos a llorar al Valle”.
Guatercló:
En tiempos de la colonia habían grandes mansiones que tenían inodoros o retretes los cuales funcionaban con un mecanismo que actuaba por gravedad al halar una cadena que hacía que el agua bajara por gravedad de un tanque colocado en la parte superior; ello (las cadenas y el mecanismo en sí) asemejaba a un "Clock" o reloj cucú de la época, pero que a diferencia tenia "agua" de allí el término water clock o que devino en guatercló!!
Fuerte:
La moneda más grande “fuerte” en circulación en Venezuela era la moneda de cinco bolívares, con la que se podía comprar infinidad de cosas: flores, regalos, comer en la calle, ir al cine, inclusive hacer un mercado completo! El poder de compra de esta moneda era prácticamente infinito.
Luca:
Probablemente el origen de la palabra “Luca” para denominar un billete de mil tuvo lugar en Chile, cuyo billete de mil tenía una imagen con una peluca, aunque hay otros que lo ubican en España. La hipótesis más probable para el término "luca" para los mil pesos viene de la voz "pelucona", una moneda de oro de España en la que los monarcas de la casa de los Borbón aparecían también con una gran peluca. Con los años, la locución pelucona se fue abreviando, primero a peluca y luego a luca…
Tabla:
Estando en primaria una maestra nos comentó en cierta ocasión que este término se debía al color marrón que caracterizaba a los billetes de cien bolívares, que se asemejaba al de una tabla de madera, de allí la expresión "Son tres tablas, mi pana" es decir, trescientos bolívares.
Musiú:
Vocablo francés, que significa “Señor”, el cual se pronunciaba Mesié y de allí devino coloquialmente en Musiú. Lo usamos para referirnos a cualquier extranjero o coterráneo con apariencia de fuereño.
Dejar el pelero:
Significa huir rápidamente del sitio. Se cuenta que los indígenas venezolanos al seguir el rastro de una animal decían que la misma había huido velozmente al dejar los rastros de pelo en las ramas, en la pared de su madriguera o sencillamente en el piso del bosque. La presa “dejó el pelero” al sentirse la amenaza del cazador.
Cotufa:
Es nuestro pop corn, o palomitas de maiz. Este tipo especial de semillas de maíz venía en unos sacos en cuyo exterior podía leerse "Corn to fry" es decir maiz para freir y su pronunciación se venezolanizó dando origen a la deliciosa "cotufa", confite que no debe faltar cuando vamos a ver películas.
Blanqueo de Dinero o Lavado de dólares:
El Diccionario de la RAE recoge que una acepción del término blanquear es "ajustar a la legalidad fiscal el dinero procedente de negocios delictivos o injustificables", como el que procede del contrabando de armas, del narcotráfico o de la corrupción.
Uno de los posibles orígenes de la expresión, según los expertos, habría que buscarlo en el siglo pasado cuando el famoso gánster Al Capone decidió instalar una cadena de lavanderías que permitían a los mafiosos "lavar" el dinero de su pasado criminal para invertirlo en negocios legales (al menos en apariencia) y hacerlos pasar por beneficios obtenidos en las lavanderías. Así se habría empezado a hablar de "blanqueo de capitales" para designar las estrategias mediante las cuales el "dinero negro" (procedente de actividades comerciales legales pero que eluden las obligaciones fiscales) y el "dinero sucio" (dinero procedente de actividades delictivas) se convertían en "dinero blanco".
Dar calabazas:
Significa "rechazarle cuando requiere de amores". En la edición del 1780 del Diccionario de la Academia se encuentra por primera vez esa acepción, concretamente definida como "desechar las mujeres la proposición de algún novio". Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales, sugiere que tiene su origen en que, hace unos siglos, los que aprendían a nadar se ayudaban de calabazas (a modo de flotadores, bajo los brazos) que abandonaban o "echaban a un lado" cuando ya eran capaces de desplazarse en el agua sin ellas.
Para explicar la relación entre el rechazo amoroso y las calabazas, hay quienes aluden al carácter antiafrodisíaco que les atribuían los antiguos griegos, de modo que dar calabazas sería una invitación a abandonar los devaneos amorosos. En los monasterios de la Edad Media se utilizaban pepitas de calabaza en las cuentas del rosario para alejar pensamientos lascivos.
Además, la calabaza es un fruto muy aparente por fuera pero poco denso y poco sabroso. En ese sentido suele contraponerse al melón, que es el símbolo de la fecundidad, la abundancia y el lujo. No en vano dice un refrán: "Te juzgué melón y me resultaste calabaza".
A la chita callando:
Hacer una cosa "a la chita callando" significa hacerlo con mucho sigilo, con disimulo o en secreto. Hay diversas teorías sobre su origen. Algunos lingüistas aseguran que dicha expresión se remonta a la Edad Media, cuando en la época almorávide los árabes introdujeron en España un felino parecido al guepardo, llamado saeta o chita, que por su agilidad y velocidad y ferocidad se utilizaban para cazar. Cuando Alfonso X decidió prohibir su uso con fines cinegéticos, muchos cazadores siguieron usándolos a escondidas.
Por su parte, José Luis García Remiro, defiende que derivaría del interjectivo ¡chist!, que es un gesto sonoro que utilizamos para imponer silencio cuando necesitamos que nuestra llamada se sobreponga y no quede ahogada por el griterío que queremos acallar. De la misma familia es “Chito”, una palabra para imponer silencio, que solemos decir poniendo el dedo en la boca.
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