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miércoles, 18 de diciembre de 2013

La Navidad que los jóvenes deben conocer




Antes de que se acostumbren a la Navidad que se avecina, quiero contarles brevemente qué es lo que ocurre en esta época. Muchos de ustedes han nacido en una familia cristiana y por eso es importante que conozcan el gran acontecimiento que en estas festividades celebramos. 

No me gustaría que las luces, las compras, el stress y la agitación decembrina ensombrecieran el verdadero mensaje de la Natividad del Señor.

Hace más de dos mil años Dios decidió hacerse hombre y venir a la tierra para que los seres humanos nos enteráramos de una vez por todas que Él nos quiere muchísimo, que tiene para cada uno de nosotros un sueño de felicidad y plenitud y que no podemos vivir una vida insignificante o mediocre.

Ya antes nos lo dijo por intermedio de distintos profetas, pero con el transcurrir del tiempo sólo quedaron algunos mensajes escritos que no le hacían muy  buena publicidad, así que decidió tomar forma de hombre,  naciendo y viviendo como Él cree que debe hacerlo una persona cualquiera.

Familia de Nazaret
Así que este Niño, que nació en el pueblito pequeño de Belén, en una familia sencilla, envuelto más en ternuras que en otras cosas, aparte de que a los doce años ya era un adolescente contestatario, que se plantó en medio del templo a contarle a los estudiosos y sabios de entonces quién era Dios; a sus 30 años comenzó su vida pública en la que se presentó como mensajero de su Padre hablando a todo aquel que quisiera escucharlo de cómo hay que vivir.

Nos dijo que el amor que nos tiene su Padre es parecido al que nos tiene nuestros propios  padres sólo que Él nos ama más profundamente. Nos enseñó que hasta que todos no nos tratemos como hermanos sentiremos tristeza en el alma; que podemos recurrir a Dios siempre que estemos cansados y agobiados porque Él nos aliviará.


Nos recomendó también que perdonar una y mil veces es lo mejor, que aunque sea difícil alcanzarlo, cuando lo logremos nos liberaremos de las ataduras del rencor y de la rabia y allanará nuestro espíritu; que no podemos juzgar a nadie, pues todos tenemos nuestros propios pecados que llevamos ocultos y que su Padre es el único juez. 

Jesús, el hijo de Dios, nos explicó por qué todos los pobres son los preferidos de su Padre y cómo Él cambia los valores volviendo humildes a los que proveen y ricos a los que no tienen nada, que le disgustan mucho las personas que por tener poder o dinero se aprovechan de los demás. 

También nos recomendó sacar el niño que todos llevamos dentro, siendo sencillos, espontáneos, alegres, auténticos y vivir el momento presente con alegría, en vez de andar siempre ocupados en el porvenir o nostálgicos por el ayer.


Con su vida nos demostró Jesús, que el que no vive para servir no sirve para vivir y que no hay que llamar a nadie padre más que a Dios, que es quien nos ama más que nadie y nos impulsa a la plenitud, a ser algo único y fantástico.

Los pocos años que pasó Él en este mundo anduvo sanando a la gente, con su carisma, su amistad, su cariño, con su aceptación incondicional. Se reunía con chicas de mal vivir, con adinerados, con personas con mucha preocupación o de las que van perdiendo la vida en banalidades, porque, -decía-, que necesitaban más de Él.


Nos dejó muy claro que el que amasa mucho su riqueza, no tendrá tiempo para disfrutar de Dios y vivirá peor que lo que haya vivido el más infame de los miserables en esta tierra, pero que no debemos temer porque Él llegó para cambiar eso.

Uno de los secretos importantes que nos contó Jesús, para vivir contentos, en vez de andar por la vida tristes como huérfanos, es tener momentos para adentrarnos en nuestro corazón y escuchar a Dios. Así se vive la vida en compañía, que es mucho más bonita y además, en el silencio, Él te susurra desde tu pecho los grandes sueños que tiene para ti y para las personas que te va poniendo al lado. 

Jesús rezaba mucho, sin importar que tuviera una vida muy ajetreada, pero debía de ser por eso, por lo que le daba tiempo para todo... En los ratos de comunicación con Dios, El nos serena, nos descansa, y nos lanza con atención despierta y amorosa a estar donde Él quiere, a entrar y salir del todo en cada situación.


Y esto es lo que recordamos en Navidad, queridos amigos. Así queremos vivir todo esto que nos enseñó este Niño que nació en Belén para invitarnos al goce prometido. Por eso llenamos de luces, regalos, adornos y armonía en estas fechas, porque queremos hacer del mundo una gran familia donde cada ser humano viva bien. 


Ustedes, cuando vean que, a nosotros los mayores, se nos olvida lo principal, nos lo recuerdan enseguida, que seguro es que andamos un poco distraídos.



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