A sólo 2 días de comenzar el Año Nuevo
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un año representa una oportunidad única para hacer los cambios necesarios que
nos permitan mejorar nuestra condición de vida. Es el mejor momento para asumir
el compromiso de vencer viejos hábitos negativos y cambiarlos por positivos,
con la posibilidad de renovar nuestro cuerpo, la mente y el espíritu, cambiando
así nuestro estilo de vida.
Muchos
dirán (y están en lo cierto), es muy fácil poder decirlo, y en mi caso escribirlo,
pero no es tan sencillo realizarlo; así es, ¡estoy totalmente de acuerdo! Por eso lo
escribo para siempre recordar lo que debo hacer, porque esta reflexión va dirigida principalmente… ¡a mí mismo! La transformación es un proceso que debe iniciarse
desde adentro hacia fuera, y la autovaloración es determinante para lograrla
con éxito.
Año
tras año hacemos una lista enorme de propósitos que no llegamos a cumplir,
porque nos falta la voluntad, quizá la compañía de alguien que nos acompañe a
cumplir con ellos o porque no estamos lo suficientemente convencidos de que
valga la pena comprometernos a trabajar con tesón, pasión y la constancia para
conseguirlos.
Tenemos
que encontrar un sentido nuevo y positivo a nuestra vida, para alcanzar la
sensación de plenitud aun cuando tengamos metas y propósitos por lograr
todavía. Es importante que nos tomemos el tiempo necesario para reflexionar al
respecto, hasta que podamos definir que es lo que deseamos hacer y como
queremos vivir cada día.
Atrevámonos
a mirar en nuestro interior, dejémonos de evadir, asumiendo más compromisos y
responsabilidades de las que podemos cumplir o manejar, preguntémonos qué es lo
que realmente queremos hacer. ¿A dónde pretendemos llegar? ¿Cuál es el lugar
que ambicionamos ocupar en el mundo? Y dispongámonos a respondernos sin pérdida
de tiempo, con valor, confianza y honestidad... Sólo así, la vida comenzará a
ser una experiencia positiva y diferente.
La
felicidad es posible y depende de nuestra capacidad de percibir y valorar todo
lo auténtico que hay en nuestra vida. Somos felices a partir del momento en que
nos sentimos a gusto con quienes somos, con las personas que compartimos la
vida, con las cosas que tenemos y con la tarea que realizamos cada día.
Identifiquemos
nuestros propósitos en la vida y al despertar cada mañana, indaguemos que
podemos hacer durante el día para convertirlo en realidad y luego dirijamos toda
la atención en esa meta, afrontando todos los problemas que seguramente se
presentarán sin dejar de tener presente nuestro objetivo. El deseo interno y
poderoso de ser felices y exitosos, siempre nos impulsará a buscar las
herramientas que nos permitan superar las dificultades y a mejorar nuestro
estilo de vida.
Decálogo para transformar tu vida
1. Hacerte responsable de ti
mismo. Supera cualquier sentimiento de víctima
que puedas tener, recuerda que solo somos víctimas de nosotros mismos, cuando
les permitimos a otros que nos afecten con sus comentarios o actitudes. ¡Decide
ser feliz! Y comienza por tener el valor para establecer límites. Pregúntate:
hasta dónde y hasta cuándo. Deja de quejarte y lamentarte... Piensa que eres
perfectamente capaz de crear la vida que quieres. ¡Deja de esperar y comienza a
actuar!
2. Vivir en el presente.
La mejor manera de tener una vida plena es viviendo momento a momento. Deja de
sufrir por el aspecto negativo de tu pasado y evita preocuparte por la
incertidumbre del futuro, vive en presente con el compromiso de realizar tu
mejor esfuerzo dirigido a construir un futuro maravilloso. La mejor parte de tu
vida está ocurriendo ahora, busca siempre el sentido positivo y el aprendizaje
oculto en cada situación. ¡Respira profundo y toma conciencia de que estás
vivo, aquí y ahora!
3. Tener una actitud
positiva. Desarrolla el hábito de buscar siempre
lo positivo dentro de cada situación, aun cuando te parezca negativa
inicialmente. La habilidad de ver las situaciones, personas o recuerdos desde una
perspectiva más positiva nos permite salir del pesimismo y de la pasividad con
la que asumimos la vida. Tener ideas y pensamientos más positivos, te permitirá
convertirte en tu mejor aliado al momento de tomar las oportunidades que te
ofrezca la vida. Sonríe y evita ser negativo en tus comentarios, actitudes y
pensamientos.
4. Crear celebraciones
personales. Es importante aprender a crear nuestros
propios rituales para celebrar nuestras ocasiones o momentos especiales. Así
resaltamos la importancia y el valor que tienen para nosotros. No necesitamos
esperar a que lleguen las fechas para celebrar. Podemos celebrar el hecho de
estar vivos, la presencia de nuestra pareja, el reencuentro con un amigo...
5. Dar gracias.
Cuando reconocemos todos los regalos y las bendiciones que recibimos a diario,
llenamos nuestro espacio interior de gratitud y amor. Mientras más gratitud
experimentes menos resentimiento guardarás en tu corazón. Además, el
sentimiento cálido de la gratitud te irá convirtiendo poco a poco en un ser humano
más generoso.
6. Tener momentos de calidad.
Los acontecimientos especiales siempre se presentan a su debido tiempo, cuando
el corazón está dispuesto y el momento y las condiciones son propicios para el
evento. ¡No permitas que las obligaciones, los pendientes y el exceso de
preocupaciones te impidan disfrutar de pequeños momentos de calidad!! Ahorrar
espacios en tu rutina diaria para conversar con tu pareja, para leerles un
cuento a tus hijos, para meditar, para escuchar a alguien que lo necesita, para
comerte un helado o tomarte un café... pueden darle un sentido renovado a tu
existencia.
7. Compartir en familia.
Muchas veces la rutina familiar se convierte en una experiencia llena de deber,
recriminaciones, exigencias y obligación. ¡Hagamos el compromiso de renovar
nuestro espacio familiar! Fomentemos la comida juntos en algún momento del día,
las conversaciones del alma que son las que nos permiten hablarnos con
confianza, respeto y amor, compartamos recuerdos de nuestra infancia enriquecedores
o divertidos... Todo esto con la intención de fortalecer los lazos que nos
mantendrán siempre unidos a través del cariño.
Buscar
tu mensaje diario. Sal a la vida cada día atento a reconocer los signos o señales,
o los maestros casuales que te hablen de tu situación personal. Recuerda que no
estás solo y que la Divinidad siempre utiliza diversos instrumentos para
hacerte llegar sus mensajes de amor, guía y protección. Encárgate de mantener
tu mente limpia de ideas negativas y tu corazón lleno de confianza y esperanza.
8. Librarte de la culpa.
No importa cuantos errores cometas a diario, lo verdaderamente importante es
que tengas la humildad y la responsabilidad de reconocerlos para hacer cuanto
sea necesario para enmendarlos. Los tropiezos y las caídas nos llevan a crecer y
a madurar. Perdónate, trátate con gentileza y date otra oportunidad. No te
dejes afectar por los comentarios o los juicios que te hagan los demás.
9. Soñar en grande.
Los sueños que atesoramos nos dan la motivación y el impulso necesarios para
vivir a plenitud. Cuando tienes un propósito, tus días adquieren un sentido
renovado, recuperas la pasión y el encanto por la vida. Persevera en tu
compromiso de hacer cuanto sea necesario para cumplir tus sueños, concentra tu
atención en cada paso que das y aprende a disfrutar del proceso que te llevara
a realizarlos.
10. Manifiesta tu amor.
Tenemos familiares y seres a quienes queremos mucho por razones culturales o
falta de entrega y nunca les decimos cuantos los amamos, ¡aunque en nuestros
corazones así lo sintamos! Todos los mandamientos de la religión católica se
pueden resumir en dos:
10.1. Amar
a Dios sobre todas las cosas.
10.2. Amar
al prójimo como a ti mismo.
Si
en nuestro corazón habita ese amor, que no se pelea con las Sagradas Escrituras
(por el contrario), Dios nos invita a ello, ¿porqué no manifestarlo? a viva
voz, con detalles sutiles, con serenatas, con mariachis, con un regalo, con un
poema, decirlo quedo al oído, con nuestro ejemplo de vida, con nuestras obras,
¡como mejor nos parezca!
El
amor es tan grande que inclusive alcanza para nuestros enemigos, o para quienes
no conocemos; porque todos somos hermanos; unos con más virtudes que otros,
pero todos sin excepción somos hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza.
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