En cierta
ocasión, yo le pregunté a Dios: ¿Por qué me pasa a mí todo esto? Y sólo escuche
el silencio. Poco tiempo
después volví a preguntarle: ¿Por qué precisamente a mí, Padre? Y Él siguió sin
responderme...
Volví a
insistir al cuestionarle: ¿Qué sentido tiene todo esto? Y de nuevo el silencio
fue la respuesta. Finalmente,
ya cansado de preguntarle al vacío, grité: ¡Padre Celestial! Crees que es muy
sabroso preguntar y no encontrar respuesta, pues de ahora en adelante
permaneceré en silencio para que seas Tú el que preguntes!
En ese
preciso momento, que hice un verdadero silencio en mi cuerpo, en mi mente y en
mi espíritu, fue entonces que empecé a escuchar las respuestas que no había
escuchado por estar lleno de ruido en mi interior.
Ahí me di
cuenta por qué era que no tenía respuestas externas, todas ellas estaban
depositadas en mi corazón y entendí porque precisamente a mi me pasaba todo lo
que había vivido y comprendí cual era el sentido de mi vida...
© Hernán
Antonio Núñez
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