CAPÍTULO 3
Singular aventura acerca de 35 camellos que debían
ser repartidos entre tres árabes. Beremís Samir efectúa una división que
parecía imposible, conformando plenamente a los tres querellantes. La ganancia
inesperada que obtuvimos con la transacción.
acía pocas horas que viajábamos sin
interrupción, cuando nos ocurrió una aventura digna de ser referida, en la cual
mi compañero Beremís puso en práctica, con gran talento, sus habilidades de
eximio algebrista.
Encontramos, cerca de una antigua posada medio abandonada,
tres hombres que discutían acaloradamente al lado de un lote de camellos. Furiosos
se gritaban improperios y deseaban plagas: - ¡No puede ser! - ¡Esto es un robo!
- ¡No acepto! - El inteligente Beremís trató de informarse de que se trataba.
- Somos hermanos –dijo el más viejo- y recibimos,
como herencia, esos 35 camellos. Según la expresa voluntad de nuestro padre,
debo yo recibir la mitad, mi hermano Hamed Namir una tercera parte, y Harim, el
más joven, una novena parte.
No sabemos sin embargo, como dividir de esa manera 35 camellos, y a cada división que uno propone protestan los otros dos, pues la mitad de 35 es 17 y medio. ¿Cómo hallar la tercera parte y la novena parte de 35, si tampoco son exactas las divisiones?
No sabemos sin embargo, como dividir de esa manera 35 camellos, y a cada división que uno propone protestan los otros dos, pues la mitad de 35 es 17 y medio. ¿Cómo hallar la tercera parte y la novena parte de 35, si tampoco son exactas las divisiones?
- Es muy simple –respondió el “Hombre que
calculaba”-. Me encargaré de hacer con justicia esa división si me permitís que
junte a los 35 camellos de la herencia, este hermoso animal que hasta aquí nos
trajo en buena hora.
Traté en ese momento de intervenir en la
conversación: - ¡No puedo consentir semejante locura! ¿Cómo
podríamos dar término a nuestro viaje si nos quedáramos sin nuestro camello? -
No te preocupes del resultado “bagdalí” –replicó en voz baja Beremís-. Sé muy
bien lo que estoy haciendo. Dame tu camello y verás, al fin, a que conclusión
quiero llegar.
Fue tal la fe y la seguridad con que me habló, que
no dudé más y le entregué mi hermoso “jamal”[1],
que inmediatamente juntó con los 35 camellos que allí estaban para ser
repartidos entre los tres herederos. - Voy, amigos míos –dijo dirigiéndose a
los tres hermanos- a hacer una división exacta de los camellos, que ahora son
36.
Y volviéndose al más viejo de los hermanos, así le
habló: - Debías recibir, amigo mío, la mitad de 35, o sea 17 y medio. Recibirás
en cambio la mitad de 36, o sea, 18. Nada tienes que reclamar, pues es bien
claro que sales ganando con esta división.
Dirigiéndose al segundo heredero continuó: - Tú,
Hamed Namir, debías recibir un tercio de 35, o sea, 11 camellos y pico. Vas a
recibir un tercio de 36, o sea 12. No podrás protestar, porque también es
evidente que ganas en el cambio.
Y dijo, por fin, al más joven: - A ti, joven Harim
Namir, que según voluntad de tu padre debías recibir una novena parte de 35, o
sea, 3 camellos y parte de otro, te daré una novena parte de 36, es decir, 4, y
tu ganancia será también evidente, por lo cual sólo te resta agradecerme el
resultado.
Luego continuó diciendo: - Por esta ventajosa
división que ha favorecido a todos vosotros, tocarán 18 camellos al primero, 12
al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado (18 + 12 + 4) de 34 camellos.
De los 36 camellos sobran, por lo tanto, dos. Uno pertenece, como saben, a mi
amigo el “bagdalí” y el otro me toca a mí, por derecho, y por haber resuelto a
satisfacción de todos, el difícil problema de la herencia[2].
- ¡Sois inteligente, extranjero! –exclamó el más
viejo de los tres hermanos-. Aceptamos vuestro reparto en la seguridad de que
fue hecho con justicia y equidad.
El astuto beremís –el “Hombre que calculaba”- tomó
luego posesión de uno de los más hermosos “jamales” del grupo y me dijo,
entregándome por la rienda el animal que me pertenecía: - Podrás ahora, amigo,
continuar tu viaje en tu manso y seguro camello. Tengo ahora yo, uno solamente
para mí.
Y continuamos nuestra jornada hacia Bagdad.
Notas:
De modo que el reparto de los 35 camellos entre los
tres herederos no se habría hecho por completo; hubiera sobrado 1/18 de 35
camellos.
Habiendo aumentado el dividendo a 36, el sobrante
resultó entonces 1/18 de 36, o sea los dos camellos referidos en el reparto
hecho por el “Hombre que calculaba”.
Autor: Malba Tahan
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