La
caridad es la virtud reina que debe gobernar en la vida de toda persona. Es el
resumen del nuevo mandamiento de Cristo. Es la base de toda la espiritualidad
cristiana. La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
La
caridad es el distintivo de la auténtica persona bondadosa. Sin caridad no hay
virtudes verdaderas. La caridad es el centro, la esencia y la perfección de
cualquier vida enfocada al bien, ya que en la práctica de la caridad se
condensan todas las enseñanzas de Jesucristo.
La
vivencia de esta virtud es exigente porque no busca la propia satisfacción,
sino ante todo el bien de la gente. La caridad es una decisión y sólo se vive
amando. No debe ser sólo un deseo. «Obras son amores y no buenas razones». No se debe esperar a que se presenten
situaciones para vivir actos espectaculares de caridad, sino de manera heroica,
en cada momento del día.
Hay
que vivir la caridad en todo momento, dando un saludo afectuoso, regalando una
sonrisa, ayudando a quien lo necesite, sobreponerse ante las eventualidades,
superar el cansancio, evitar el mal humor, hablar siempre bien de los demás,
enseñar con humildad al que sabe menos, orar por los demás, llevar el mensaje
de Jesucristo, perdonar de corazón, estos son algunos ejemplos de actos de
caridad.
La
caridad es más que el amor. El amor es algo natural. En cambio, la caridad es mas
allá de lo normal, es sobrenatural, algo del mundo divino. La caridad es poseer
el amor de Dios. Es amar como Dios ama, con su intensidad y con sus
características.
La
caridad es un don de Dios que permite amar en una medida superior a las
posibilidades humanas. La caridad es amar como Dios, claro está, no con Su
perfección, pero sí con Su estilo. El estar hechos a imagen y semejanza de Dios
nos da la capacidad de amar como Dios.
La
caridad es la principal arma para mejorar la sociedad. El amor debe ser el
motor que transforma la familia. Ayudemos a los que nos rodean a descubrir a
mejor manera de fortalecer la caridad, al pedir a Jesús que nos ayude a vivir
esta virtud de manera heroica.
Cuando
obramos con caridad y una conducta limpia, ayudando a nuestros semejantes y en
ese momento o quizá después nos consideramos a nosotros mismos como
herramientas manejadas por Dios, eso está bien. Esa satisfacción es buena para
el espíritu en tanto la guardemos sólo para nosotros, para alimento espiritual.
Sin
embargo, son muy pocas las personas que pueden lograr hacer esto de manera
auténtica, con verdadera humildad; es una virtud de los que generalmente llegan
a ser santos.
Así
que es más fácil no cometer ningún tipo de pecado, evitando las tentaciones. Si
lo hacemos, porque es nuestra naturaleza
humana y somos proclives a ello, lo correcto es arrepentirnos de corazón.
Muchas personas se sienten extraordinarias cuando han hecho una pequeña acción
meritoria y alardean de esta acción como algo de lo que deban enorgullecerse.
Cuando
obramos así, tales obras no son hechas por amor verdadero, sino por ego, es
realizado para ganar el reconocimiento de los demás y mostrar a la gente lo
buenos que podemos llegar a ser. En esos momentos no somos realmente amorosos y
no logramos entender la esencia de la bondad humana.
Si
podemos realizar buenas acciones sin pensar en ello, desinteresadamente, entonces
si estamos haciéndonos justicia. Y mucho mejor si no criticamos a los otros por
no hacer lo mismo. Así que, algunas veces he dicho: Hacer actos de caridad
no es la única cosa buena, lo mejor es cuando no hacemos ostentación. Cuando
nuestra práctica espiritual es buena, todo lo que hacemos es bueno.
Hay
que hacer obras de caridad y ser solidarios sin esperar recompensa alguna, ni
algún reconocimiento. No pensemos que por
eso somos extraordinarios. Más bien hagamos el bien de manera oculta y evitemos
ser elogiados. No creamos que por ello tengamos algún derecho particular, es
más, ¡no pensemos que debamos tener algún mérito!
Hemos
nacido sin una sola prenda en nuestro cuerpo así que ¿cómo podemos reclamar alguna
prebenda? Inclusive el dinero está simplemente circulando entre nosotros, dado
que también pertenece a Dios. ¡Nada nos pertenece! ¿Así que cómo podemos hacer
ostentación o estar orgullosos de algo?
La
Santa Palabra dice al respecto lo siguiente en Mateo 6, 1 -18:
<<Guárdense
de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las
aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su
Padre que está en el cielo.
Cuando
ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a los
que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los
alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio.
Tú,
cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que
hace la derecha: tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo
secreto, te premiará.
Cuando
ustedes recen, no imiten a los que dan espectáculo; les gusta orar de pie en
las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Yo se
lo digo: ellos han recibido ya su premio.
Pero
tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está
allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
Cuando
pidan a Dios, no imiten a los paganos con sus letanías interminables: ellos
creen que un bombardeo de palabras hará que se los oiga. No hagan como ellos,
pues antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan.
Ustedes,
pues, recen así: Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu
Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy el pan que nos corresponde y perdona nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores, no nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del Maligno.
Porque
si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial les
perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el Padre
les perdonará a ustedes.
Cuando
ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y
aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo digo: ellos han
recibido ya su premio. Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el
cabello. No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve las
cosas secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará>>
© Hernán Antonio Núñez
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