Un estudiante universitario salió un día a dar un paseo con un profesor joven, a quien los alumnos consideraban su amigo debido a su gran bondad, sobre todo, para quienes seguían sus instrucciones.
Mientras caminaban, vieron en
el camino un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano
que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por terminar sus labores
diarias.
El alumno le dijo al profesor: “Hagámosle
una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para
ver su cara cuando no los encuentre”.
-Mi querido amigo- le dijo el
profesor, -nunca debemos divertirnos a expensas de los pobres o desamparados. Tú, sin ser rico, tienes mayores
posibilidades económicas que ese hombre y puedes darle una alegría, si lo
deseas. Te propongo lo siguiente, coloca una moneda en cada zapato y luego
nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre-.
Eso hizo el estudiante y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y su abrigo. Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, revisó para ver qué era y encontró la moneda. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar.
Luego miró a su alrededor, para
todos lados, pero no se veía a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el
otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Sus
sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo
pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, hablando de su esposa
enferma y sin ayuda y de sus hijos que no tenían pan y que debido a una mano angelical
no morirían ese día de hambre.
El estudiante quedó
profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. -Ahora- dijo el profesor -¿no estás más complacido que si le hubieses
hecho una broma?-
El joven respondió: Tú, mi
querido profesor, me has enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora
entiendo algo que antes no entendía: ¡es mejor dar que recibir!
Lo mejor que podemos hacer por otro no es sólo compartir con él nuestras riquezas, sino mostrarle las suyas.
ResponderBorrarBenjamin Disraeli
1766-1848. Estadista inglés.
Excelente reflexión que lamentablemente casi nadie la pone en practica. MI RESPETO
ResponderBorrarGracias querida Eme, esa es la idea, que nos sensibilicemos ante la necesidad ajena y nos tornemos solidarios...
ResponderBorrar