DIOS Y LA NATURALEZA
Un
día, en el campo, observaba un hermoso naranjo en flor..., cuando nadie me veía,
le pregunté si conocía a Dios, pues le había dado un fruto perfecto ¡era tan
delicioso, de hermoso color, con ese olor agridulce!
Le pedí que me hablara de Él... Enseguida el árbol dejo escapar un exquisito aroma de azahares, su flores se tornaron más blancas al reflejo de los rayos del sol y por vez primera me comuniqué con un ser distinto del humano...
¡Me
retiré con una sonrisa en el corazón… y
comencé a comprender mejor la naturaleza y a entender más la obra del
Creador!
©
Hernán Antonio Núñez
Dios nos habla por medio de la naturaleza. Escuchamos su voz al contemplar la belleza y la riqueza del mundo natural. Vemos su gloria en las hermosuras trazadas por su mano. Contemplamos sus obras sin velo que las cubra. Dios nos ha dado estas cosas, para que al contemplar las obras de sus manos podamos aprender acerca de él.
ResponderBorrarEl Señor nos ha concedido estas cosas preciosas como una expresión de su amor. El ama lo bello, y para complacernos y agasajarnos ha extendido delante de nosotros las bellezas de la naturaleza, tal como un padre terrenal trata de poner cosas lindas delante de los hijos que ama. Al Señor siempre le gusta vernos contentos. A pesar de que el pecado es la causa de todas sus imperfecciones, ha combinado en esta tierra lo útil con lo hermoso. El delicado color de las flores nos habla de su ternura y su amor. Tienen su propio lenguaje, que nos recuerda al Dador.
Por medio de la naturaleza podemos contemplar al Dios de la naturaleza. El revela su carácter mediante los elevados árboles, los arbustos y las flores. Se lo puede comparar con los más hermosos lirios y rosas. Me gusta contemplar las cosas de Dios manifestadas en la naturaleza, porque el Señor ha impreso en ellas su propio carácter. Nos las ha dado porque nos ama, y quiere que nos complazcamos en ellas. Por lo tanto, no adoremos las cosas hermosas de la naturaleza; por el contrario, veamos al Dios de la naturaleza por medio de ella, para que así nos sintamos inducidos a adorar al Dador. Respondan a los propósitos de Dios estos hermosos ministerios de amor, y acerquemos nuestros corazones a él para que nos llenemos de la belleza de su carácter, y adoremos su bondad, su compasión y su amor inefable.