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lunes, 13 de mayo de 2013

Día de la Enfermera

Ayer también se celebró el “Día de La Enfermera”, aunque un poco opacado por la también celebración de nuestras madres, pero no quería dejar pasar por debajo de la mesa un reconocimiento a esta noble gente trabajadora, tan sacrificada y por cierto muy mal remunerada, al menos en nuestro país. Pero conozcamos un poco el porqué ayer se celebro ese día.

Desde 1965 el Consejo Internacional de Enfermeras, celebra el día Internacional de la Enfermera. El Gobierno de Venezuela, consciente de los grandes méritos que adornaron en vida a Florencia Nightingale, destinó la fecha de su natalicio, para celebrar el Día de la Enfermera, con la unánime complacencia nacional; esta noble y dedicada mujer es considerada la creadora de la enfermería moderna.

El 12 de mayo de 1820, nació esta distinguida samaritana en la ciudad de Florencia (por cuyo motivo sus padres le dieron el nombre de esta hermosa población italiana) y murió en Londres el 13 de agosto de 1910, satisfecha de su obra de amor, plasmada con abnegación incomparable, realizada contra la voluntad de la época y el sentimiento de una sociedad indiferente y apegada a prejuicios clasistas.

Una extraordinaria y valiosa dama, que recorría trincheras en horas de las noches en el fragor de la primera guerra mundial, en las líneas del ejército de Gran Bretaña; por sus diestras manos pasaron miles y miles de heridos y necesitados y para todos tuvo una palabra de aliento y su ayuda médica incondicional.

En 1937, se profesionaliza este noble oficio, durante el gobierno del Eleazar López Contreras, creándose la Escuela Normal Profesional de Enfermeras, la cual abrió sus puertas un año más tarde con 24 estudiantes con edades comprendidas entre 18 y 30 años. Con esta iniciativa el Ministerio de Educación buscaba entrenar el personal humano que se convertiría en docentes de las futuras escuelas que se abrirían en todo el país.

Dicha Escuela estuvo regida al principio  bajo la dirección y administración de dos españolas, Monserrat Ripol Noble y Aurora Mas Gaminde, ambas egresadas de una universidad norteamericana, que vinieron a Venezuela después que el gobierno de Francisco Franco les prohibiera la entrada a su país. Como instructora a tiempo parcial Sara Colmenero, egresada de la Universidad de California, Los Ángeles  y una maestra que enseñaba temas de quinto y sexto grado para nivelar las deficiencias del grupo. Los estudiantes avanzados de medicina enseñaban los principios básicos de medicina.

La escuela estaba ubicada en la plaza El Panteón y contaba con residencias, a los estudiantes no se les cobraba matricula ni mensualidad alguna. También recibían alimentación, uniformes, zapatos y medias. El personal resultó insuficiente para atender aquel grupo de 24 estudiantes y la situación se agravó cuando a la sede de la escuela se presentaron 115 aspirantes solicitando cupo para ingresar.


Ante esta eventualidad, el gobierno creó por decreto la Escuela Nacional de Enfermeras, en 1940, dependiente del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y su sede funcionaría en Cotiza, donde funciona actualmente el Hospital Oncológico Luis Razetti.

Hoy día la enfermería es una profesión de gran demanda que cuenta con  centros de enseñanza en  universidades como la UCV, la de Mérida y otras. En colegios universitarios como el del Centro Médico de Caracas, también se imparten cursos que  buscan  aumentar los niveles de formación, de investigación y de servicio,  así como mejorar  la competencia que deben tener estas mujeres y hombres  que son pilares fundamentales, junto con los médicos y otros técnicos, de los hospitales y centros médicos responsables de prestar  servicios de salud en todo el  país a los venezolanos.

Es propicia la ocasión para recordar con afecto y respeto a nuestras generosas enfermeras, especialmente a las pioneras de este noble apostolado: Petra Luna (del siglo antepasado), Vestalia Terrero de Henrique (comienzos del pasado siglo), Antonia Fernández, Teodá Vivas, Amparo Larrosa de Irizarri, María Antonia Campos, Guillermina Neuman, Aura Rivas de Parra, Hilda Pérez, Maruja Rivas, Berta Naranjo, Aurora Sánchez, Paula de Sanoja, Blanca Bocaranda de García, Alicia Bustamante.

Mi hija menor, Winnie Letzabí Núñez Padrón
Hay muchísimas más que me sería imposible nombrar a todas, pero como no acordarme de la Sra. Trina González, de Mamá Clara Amelia de Escalante, enfermeras del barrio, de la Sra. Luisa Trujillo, de la Sra. Angelina Cuica de Álvarez, de Carmen Milano de Aular, Milagros Núñez de Brea, de mi propia hija Winnie Letzabí Núñez Padrón y todas sus compañeras, todas ellas a cual más dedicada, abnegadas mujeres con valores de entrega y ternura, que hacen la vida más llevadera del paciente cuyo primer contacto es precisamente: la enfermera.

Muchos de nosotros hemos estado en un hospital o clínica, y esa noble trabajadora, toda de blanco cual si fuera un ángel, nos alienta y reconforta con su dulce voz y ese gran cariño que pareciera fuente inagotable, haciendo más llevadera la reclusión en esos nosocomios, armada de una paciencia sin fin, ante las impertinencias propias del enfermo, atribulado por la afección que lo aqueja. La presencia de una enfermera es, a mi parecer, muy importante, esa primera impresión puede ayudarnos a mejorar. 

¡Vaya para todas los profesionales de la enfermería mis parabienes y mis mejores deseos!

© Hernán Antonio Núñez

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