Cuando de la
naturaleza logro escuchar el silencio,
libre de ruidos
humanos, sólo el arrullo de la brisa,
el trinar de las
aves entonando al más alto Portento
el cálido rumor del
riachuelo al hablar con la caliza
húmeda con los efluvios
alborozados de contento,
dejo mi espíritu
volar, a la fugaz luz imprecisa
por lo
recibido en vida quedo en agradecimiento
y se
asoma a mi alma una placentera sonrisa
estando
mi cuerpo en sublime aletargamiento
recreo mi
propio éter y posado en celeste cornisa
casi
desfallezco y siento que crezco por dentro.
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