Ni el pintor
más encumbrado de la historia, ni el poeta más romántico del mundo, ni el
músico más virtuoso que haya existido, ni el mejor escultor de todas las épocas
puede hacerlo, yo diría más: Ningún alma humana puede explicarlo.
Puede, sin
embargo, sentirlo, pues es un sentimiento inherente al ser humano, derivado de
nuestro Creador, quien nos hizo por amor, inclusive por amor entregó a su hijo
como cordero para que nosotros pudiéramos ser salvados del fuego castigador.
Decía un amigo mío, ...más que amigo, un hermano, el muy querido y siempre recordado Tomás Quintana, de quien tuve muchas enseñanzas a través su ejemplo de vida, alguien que que casi toda su vida la puso al servicio de sus semejantes, aunque ya no está con nosotros en este plano, pero su amor permanece hoy día, un ángel que amó como Dios manda, que para saber cómo es el amor hay que sentirlo, disfrutarlo, ...hasta sufrirlo.
Es más fácil
darle el mango y que sea él quien experimente en si mismo su sabor, su color,
su textura, ¿no es cierto? Eso mismo hizo Dios con nosotros, de primero nos creó a su
imagen y semejanza, luego nos legó el amor con que nos creo y nos dejo un mandato
divino:
¡Amen a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos!
© Hernán Antonio Núñez
¡Amen a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos!
© Hernán Antonio Núñez
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