Un hombre
encontró un capullo y lo llevó a casa, de manera de observar como emergía la
mariposa del capullo. Un día algo pequeño apareció, El hombre se sentó y
observó por algunas horas como la mariposa luchaba forzando su cuerpo a través
de la pequeña abertura del capullo.
Parecía que
no había ningún progreso. Era como si la mariposa no podía salir. Estaba
atascada. El hombre en su bondad decidió ayudar a la mariposa. Tomó unas
tijeras y cortó lo que faltaba para que saliera el pequeño cuerpo de la
mariposa. Y así fue, la mariposa salió fácilmente.
Pero su
cuerpo era pequeño y retorcido, y sus alas estaban arrugadas, no se habían desarrollado. El hombre
continuó observándola en espera de que en cualquier momento la mariposa
estirara las alas. Pero nada pasaba. De hecho la mariposa pasó el resto de su
vida arrastrándose en su retorcido cuerpo, sin poder volar.
Lo que el
hombre no entendió, a pesar de que lo hizo movido por su corazón y piedad, es
que el pequeño capullo y la lucha requerida para salir del pequeño agujero era
la manera en que Dios inyectaba fluidos desde su cuerpo hacia las alas, de
manera que se fortaleciera, para alistarla para volar y tomar la libertad.
Libertad y vuelo que sólo pueden venir al fortalecerse con la lucha por liberarse.
Privando a
la mariposa de la lucha, el hombre la privó de su salud y libertad.
Algunas
veces nuestras luchas y aflicciones, son exactamente lo que necesitamos en
nuestras vidas para fortalecernos, para curtirnos. Si Dios nos libra de todos
los obstáculos en nuestro devenir podría lisiarnos y tornarnos débiles e
inadaptados en nuestras vidas; no seríamos tan fuertes como lo hemos sido hasta
ahora.
La experiencia de la vida
ResponderBorrarAprovecha lo que la vida te ofrece para llegar alto, llegar lejos… para llegar a Dios.
Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.
Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona la vida con una sola rectificación, ni alcanza altura con un solo vuelo.
Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en el barco sin temerle a la tempestad, ni llega al puerto sin remar muchas veces.
Nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puentes para pasar.
Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.
Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas, ni recoge rosas sin sentir sus espinas.
Nadie recoge cosechas sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Nadie reconoce la oportunidad hasta que ésta pasa por su lado y la deja ir.
Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible.
Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de Dios.
Nadie hace obras sin martillar sobre su edificio, ni cultiva amistad sin renunciar a sí mismo, ni se hace hombre sin sentir al Creador.
Nadie encuentra el pozo de DIOS hasta caminar por la sed del desierto.
Nadie deja de llegar, cuando se tiene la claridad de un don, el crecimiento de su voluntad, la abundancia de la vida, el poder para realizarse y el impulso de DIOS.
Nadie deja de llegar cuando de verdad se lo propone. Si sacas todo lo que tienes y estas con DIOS… ¡Vas a llegar!